viernes, 25 de abril de 2014

YA ENTIENDO POR QUÉ NO ME HABÍAN HABLADO DE ESTO (III)

Mi abuela materna, Paquita, que también vivía en Orihuela, no puede decir lo mismo sobre las represalias, desgraciadamente. Ella nació después de la guerra, en 1940, lo que sabe de la guerra se lo han contado. Se llevaron a su padre, Cecilio, poco después de empezar el conflicto a raíz de una denuncia de un vecino, alegando que estaba a favor de Franco. Unos militares republicanos le detuvieron en el monte, mientras trabajaba.
Cuando su hijo mayor llegó a recoger leña con un carro el resto de los trabajadores le dijeron que se marchara porque se habían llevado a su padre. Fue trasladado a Valencia y pasó los tres años de la guerra trabajando al servicio del ejército republicano. Subió tres veces al coche de paseo, no fue fusilado en ninguna de ellas.
Su mujer, mi bisabuela, se quedó sola, al cargo de cuatro niños, su abuelo les ayudó mucho con su trabajo, los más mayores trabajaron para ayudar como pudieron y los más pequeños colaboraron en lo poco que podían. Por ejemplo, el mayor recuerda trabajar la tierra padeciendo hambre y con una alimentación limitada en cantidad y variedad y con problemas digestivos fruto de la mala alimentación. Un invierno, probablemente el de 1938-39 un tío suyo fue a trabajar en minas de carbón a Cataluña, le mataron. Su padre volvió a Orihuela, con ayuda de su tía que vivía en Valencia.
En cuanto a la Posguerra dice mi abuela que pasaron en su familia mucha hambre, miseria, ayudaban o trabajaban todos en la siembra de una manera u otra, sus hermanos, ella, su abuelo, y su padre tras pasar tres años enfermo después de la guerra. Su madre murió en 1945, su familia lo tuvo más difícil que la de mi abuelo. Dice eso sí que ella aún fue afortunada, que no tuvo que irse del pueblo a servir.
Vivían de lo que sembraban, judías por ejemplo, y comían pan de centeno. A los 9 años tuvo meningitis, su tío, que vivía en Valencia pudo conseguir penicilina para ella y gracias a ello pudo recuperarse, lo pasó muy mal, pero no ha tenido secuelas. En cuanto a la escuela ella fue menos años que mi abuelo, hasta los 12 o menos, y pasaba los inviernos en Valencia con sus tíos, los que le consiguieron el antibiótico. 
Mucho miedo, hambre y muerte, hasta ahora solamente me habían contado la parte no mala de su infancia: la escuela, el juego de las tabas. Ahora entiendo que hablaran de todo esto.
Javier Minguillón (4º A)

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