Os voy a contar una historia que me sucedió a mí hace mucho
tiempo. Corría el año 1936, y yo por aquel entonces tenía la edad de 6 años. La
poca edad que tenía y el paso del tiempo han borrado de mi memoria algunos
recuerdos, pero os contaré lo que aún recuerdo.
Como ya he dicho, corría el año 1936, pero esta historia
dura tres años exactamente. Es la historia de una terrible guerra civil que
provoco la separación de un país entero. Yo, como toda la vida he hecho, vivía
en el pueblo, Corbalán, que tuvo bastante importancia durante la batalla que se
libraba en Teruel. Muy cerca del hospital donde se hospedaban los soldados
heridos. Muchos morían más que por las heridas, por el frío.
Todavía recuerdo cómo los dueños de esa casa fueron echados
por el bando republicano para convertir esa casa, nueva por aquel entonces, en
el hospital del pueblo. Lo desmantelaron todo, las habitaciones que tenían las
convirtieron en quirófanos.
Si la
memoria no me falla, algunos soldados grabaron su nombre en la pared, o incluso
palabras de apoyo para los compañeros de las milicias, la CNT y la FAI.
A
algunos de los soldados los curaban con medicamentos que aún se guardan en esa
casa, como el digestónico.
Aún recuerdo cómo en la actual casa de mi cuñado, una
bomba dirigida por “los rojos” entró por el techo y atravesó la casa hasta
salir por la calle. ¿La razón? En la ahora cocina de aquella casa se hallaba una
radio republicana. Desde ese momento, la parte que fue atravesada tuvo que ser
reconstruida de manera que ahora se pueden observar algunos tablones en el
techo que no coinciden con el resto.
Ese fue el momento en el que “los rojos” nos atacaron, la gente
corría al refugio por las dos bocas, estos tenían dos para que si atacaban por
una la gente pudiera escapar por la otra, pero la gente no podía entrar de
personas que había dentro y tan solo eran heridos.
Los “rojos” se llevaron a unos frailes y a mi abuela.
“Joaquina – le dijeron estos – hasta la eternidad”. Los mataron en la puerta
del cementerio.
Todavía recuerdo al tío Pedrolas, todos le llamábamos así.
Cuando entraron al pueblo los “rojos” lo mandaron evacuar el pueblo, pero dijo
que nadie se iba a mover de allí, que si tenían que matar a alguien al primero,
él.
Algo que demuestra el cariño entre todos los habitantes del
pueblo, es que no mataron a ninguna persona porque algún vecino se chivara de
que era rojo o fascista. Un día le aparecieron los “maquis”, quienes pasaban
por el pueblo pero no tenían cabida, a mi suegra mientras cogía cardos. Le
preguntaron que si tenía algún enemigo en el pueblo. Ella respondió que no, y
ellos replicaron que le dijera al alcalde que no rondara tanto por la noche. A
mi suegra le dio miedo, ya que así demostraron lo vigilados que los tenían, así
que volvió rápidamente al pueblo.
También me acuerdo de un soldado que se hizo amigo de los
dueños de la casa-hospital. Dejó una maleta con sus cosas para que, al acabar
la guerra, si no le había pasado nada, volver a por sus cosas.
Aunque, con las trincheras que había normal que supieran tanto, si estas estaban situadas en un monte a lo alto del pueblo y tenían una vista panorámica de todo el territorio.
Esto es todo
lo que puedo recordar, pero aquí no acaba la historia. Aún en día se van
encontrando huecos donde cayeron las bombas, metralla de los fusiles e incluso
bombas sin explotar. Cualquiera se las puede encontrar mirando un poco a tu
alrededor.
Beatriz Casas Hernández (4º B)
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