Viajamos a su país, fuimos acogidos amablemente, tenía una
esposa encantadora que nos trató como a sus propios hijos; nunca podremos
agradecer todo lo que hicieron por nosotros. Con el tiempo aprendimos el
idioma, no íbamos todavía al colegio pero Sara, su mujer, nos enseñaba a hablar
y escribir el español en casa. Cuando llevábamos allí medio año decidieron que
era el momento de apuntarnos a la escuela; allí hicimos amigos, a ninguno le
importó que no fuéramos de allí, nos trataron como unos niños más y volvimos a
creer en las palabras felicidad, soñar y creer y esperanza; no nos daba miedo
jugar por la calles, ni salir con la bicicleta, no temíamos por encontrarnos
casquetes por los suelos y mucho menos a nadie tirado. Por supuesto nunca
olvidamos nuestras raíces; tampoco desaparecieron las secuelas psicológicas de la
guerra, ni los recuerdos horribles que habíamos creado allí; llegamos a
superarlo, pero en mucho tiempo no pudimos ver fuegos artificiales, ni tracas,
porque temíamos que fueran bombas y nos aterrorizaba. Las experiencias vividas
en la guerra de nuestro país nos hicieron valorar la vida con más fuerza y
saber que hay que disfrutar que cada segundo que pasa, porque jamás va a
volver, que si quieres algo lo debes conseguir por tus propios medios, no hay
mucha gente dispuesta a ayudarte.
Nuestra historia fue publicada en un periódico, tuvo gran
repercusión, la gente se indignó con el estado de nuestro país, la violación de
los derechos humanos que se estaba produciendo y el poco interés que tomaban
los políticos y gente adinerada, los cuales no hacían nada más que salvarse el
trasero sin importar a quién se llevaban por delante. Nadie llegó a entender
cómo había gente a la que no le importara que niños estuvieran pasando por
nuestra situación o semejantes con unas condiciones infrahumanas, totalmente
horribles.
Mucho tiempo después, la guerra en nuestro país sigue
activa; el caos y la desolación llegan hasta aquí por medio de la televisión;
nosotros hemos superado la mayoría de los traumas, pero aun así, cuando aparece
alguna noticia relacionada con la situación que se vive todos los sentimientos
renacen y forman espinas que se clavan; son recuerdos dolorosos y duros que no
olvidaremos jamás, al igual que tampoco olvidaremos a los niños con los que compartimos refugios,
los soldados de los cascos azules, la enfermeras y por supuesto a nuestra
madre, padre y hermano; que, aunque estén lejos sepan que les queremos.
Elisa Martín Dobón 4º ESO
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