domingo, 23 de junio de 2013

RUTA MACHADIANA II



En 2012 se cumplió el primer centenario de la llegada de Machado a la ciudad de Baeza:
 ¡Campo de Baeza,
soñaré contigo
cuando no te vea!
 En ella se puede visitar el aula-museo donde enseñaba Francés en el Instituto de la Santísima Trinidad, el hotel Comercio donde se instaló nada más llegar, la vivienda frente al Ayuntamiento donde residió hasta su traslado a Segovia, el antiguo casino de artesanos donde compartió velada con un joven estudiante llamado Federico García Lorca, o seguir sus paseos habituales.
            Gran amante de la naturaleza, una de sus aficiones era recorrer a pie el camino entre Baeza y la vecina Úbeda:
 “Caminos de la tarde,/
¡ay, ya no puedo caminar con ella¡”
  Todavía se mantiene el paraje natural de encinas donde solía descansar.
Otro de sus paseos preferidos era el de la antigua muralla, donde disfrutaba del hermosos paisaje y el mar de olivos del Guadalquivir y las sierras de Cazorla y Magina:
“Tiene Cazorla nieve,
/ y Magina, tormenta”.
 En un punto de dicho paseo se levantó en 1956 el monumento a Antonio Machado.
Se conservan carteles de los homenajes que la ciudad le rindió a Machado, como el que se frustró en febrero de 1966, cuyo autor fue Joan Miró, o el que se le tributó posteriormente a iniciativa de las autoridades locales.
 En 1919 toma posesión de la Cátedra de Segovia, para entonces ya era de los escritores más respetados de España. Con su hermano Manuel inicia su actividad teatral que más tarde representarían no solo en provincias sino también en Madrid.

En 1927 es votado miembro de número de la Real Academia de la Lengua Española,  aunque nunca llegó a entrar.
Aquí conoce a “Guiomar” (Pilar de Valderrama) con la que inicia una relación amorosa platónica que ella no quería reconocer por estar casada y que no creo que le condujera a nada salvo a paliar algunas tardes de su soledad. La lectura de las cartas escritas por ella son totalmente subjetivas, ramplonas  y llenas de cortapisas a los verdaderos valores de él.
 En 1931 entra en el nuevo Instituto Calderón de la Barca, recién creado por la República en Madrid. Regresa a la capital de España como cuando se instaló con su familia, pero ahora solo, más triste y con un panorama político poco propicio para soñar.
 A estas alturas de “Ruta Machadiana”, si no habéis desertado de su lectura, os habréis dado cuenta de que no se puede hacer de una “atacada”, sino a pequeños sorbos: Sevilla y Baeza se puede aprovechar cuando vayáis a Andalucía; Segovia y Madrid en los numerosos viajes que hacemos desde provincias a museos y exposiciones varias, pero lo que sí merece una planificación especial es Soria por una parte y el destino final de Colliure, pueblecito francés donde murió el 22 de febrero de 1939, por otra.
¿Por ejemplo este verano?
Y esta ruta segunda es la que vamos a describir ahora. Pero antes surge una pregunta ¿cómo llegó hasta allí a Machado?
¿Qué pasó?
¿Cuál fue su itinerario?
 En julio de 1936 estalla la Guerra Civil tras la sublevación del general Franco y otros militares contra el Gobierno legítimo de la II República. En noviembre, la capital es sitiada por las tropas rebeldes y las autoridades republicanas deciden evacuar Madrid trasladando el Gobierno a Valencia.
 “Valencia de finas torres y suaves noches,
Valencia, ¿estaré contigo cuando mirarte no pueda,
donde crece la arena del campo
y se aleja  la mar violeta?”…
La salida de de Madrid se debió, entre otras razones, al apoyo al régimen republicano que el poeta había manifestado anteriormente y a las posibles represalias del ejército franquista, si este hubiera tomado la capital de España.
          Allí, en la capital del Turia, estará un breve tiempo en el hotel Palace (c/ La Paz nº 27). Posteriormente pasó a un palacete de Rocafort llamado “Villa Amparo” flanqueado por un largo muro de grafitis que lo separa de la acequia de Moncada y donde todavía está inscrito parte del comentario que Machado hizo al poeta alicantino Pla y Beltrán.
Esto es como un poco de paraíso. Sobre las huertas flamean todos los verdes, todos los amarillos, todos los rojos, el agua de estas venas surca graciosamente y abastece el cuerpo de esta tierra”.
Luego exclamó:
 “¡Cuánto ha debido laborar el hombre para conseguir esto!”.
Al lado se ve un dibujo de Ramón Gaya para la revista Hora de España, donde supuestamente pasa el poeta por un pontón sobre la acequia.
            En 1938, siempre huyendo de las tropas franquistas, pasa a Barcelona donde vive en el hotel Majestic primero, y luego en una residencia señorial abandonada. Participó en actividades públicas de apoyo a la causa republicana y sus escritos difunden lucidez y adhesión incondicional.
Y así, fiel a su compromiso como siempre, junto a miles de españoles abandona España, al lado de su madre, por la frontera de La Junquera en enero de 1939. Las condiciones en que se encuentran ambos son verdaderamente lastimosas y deplorables: andando entre barrizales, pasmados de frío en pleno invierno y acuciados por los bombardeos de los aviones del ejército franquista.
Carmen García Royo y J. Serafín Aldecoa

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