miércoles, 30 de abril de 2014

PREMIADOS EN EL CONCURSO II PABLO MONGUIÓ

 Noelia Arnau (1º Bachillerato) ha sabido captar en esta fotografía, y en su correspondiente texto, el sentido estético y artístico que nos aportan las imágenes en nuestra vida cotidiana.
En esta imagen de Óscar Eslava (4º ESO) de los tres puentes quedan reflejados los respectivos siglos (XVI, XIX y XX) de renovación urbanística de Teruel y se deja constancia de la situación geográfica de la ciudad.

MI ABUELO, A MI EDAD


Lo único que he podido saber es que a mi abuelo lo reclutaron con 16 años a la fuerza porque era tan alto que no se creían que tenía 16 años.
El primer año lo destinaron a los montes de Mora y de la Puebla. Al estar en el monte no les llegaba casi la comida y tenían que comer las raíces del suelo. Pasaron mucho frío porque tenía que dormir en el monte.
El segundo año lo destinaron a Zaragoza y después a Valencia.
Pasó mucho miedo y penalidades y una vez que acabó la guerra aun tuvo que hacer dos años más de mili por la edad.
María Blasco Montolío (4ºA)

domingo, 27 de abril de 2014

RECUERDOS DE CUANDO LA GUERRA

Estas fotos pertenecen al archivo de la Brigada Lincoln que estuvo en el frente por Fuentes Calientes y están sacadas del catálogo de una exposición en el Museo de Teruel sobre esa Brigada
Mi abuelo Jesús nació en el año 1928, en Fuentes Calientes, así que cuando empezó la Guerra Civil tenía 8 años. Se acuerda de todo, especialmente del miedo con que se vivía. 
La noticia de que se estaba en guerra le llegó en la época de la siega, su abuelo Cipriano, que era pastor, les contó que otro pastor le había dicho que los soldados morían y los gusanos se los comían por los campos.
En septiembre de 1936 entraron los milicianos al pueblo pusieron una bandera en la torre de la iglesia, sacaron los Santos y los quemaron, también se destruyó un órgano muy grande y valioso. Mi abuelo recuerda cómo todos los muchachos del pueblo cogían los tubos del órgano e iban tocando por el pueblo.
Recuerda también a un soldado que era maestro y les enseñaba alguna cosa, se llevaba muy bien con él y, a veces, le daba chocolate del rancho que tenía.
En el pueblo se formaron dos partidos, la UGT y la CNT, y muchas personas trabajaron en la colectividad que se creó. 
El día de Santa Águeda (5 de febrero) de 1938, entraron en el pueblo los nacionales. La población había sido evacuada al “túnel”, pero mi abuelo, mis bisabuelos y unos vecinos habían construido un refugio en una bodega y se escondían allí. 
Recuerda sobre todo el miedo que le tenían a la aviación, les llamaban “las pavas”.
En el pueblo entraron también muchos soldados del ejército marroquí, que cuando tenían “carta blanca” hacían mucho pillaje, cogían todo lo que podían: corderos, gallinas, grano… y toda clase de tropelías.
Con la entrada de los nacionales, los republicanos tuvieron que huir rápidamente así que se dejaron la intendencia en los corrales. Me cuenta mi abuelo que su padre, que al ser pastor sabía dónde estaban las reservas; su tío Ramón y él cogieron un día una burra y se fueron a ver lo que podían recoger. Ese día, al salir del pueblo, dos mandos de los nacionales, que iban en un coche, les preguntaron por un camino para llegar a la carretera de Perales, así que mi abuelo y su tío Ramón subieron al coche para indicarles; mientras, mi bisabuelo se quedó con la burra. Al llegar a la zona conocida como los “ruidores” pasaron dos aviones republicanos y la artillería antiaérea empezó a disparar, los dos mandos salieron inmediatamente del coche para esconderse por unos ribazos, pero mi abuelo y su tío Ramón, que nunca habían montado en coche, no sabían abrir y pasaron toda la tempestad dentro del coche sin poder salir, con más miedo que otra cosa y a punto de ser alcanzados por la metralla.
En el pueblo se vivió una situación de frente que hizo pasar mucho miedo a la población, primero fue tomado por los republicanos y luego por los nacionales. Se acuerda sobre todo de que cuando echaban un bando los acababan con estas palabras: "y el que no lo cumpla será pasado por armas".
Dice mi abuelo que terminó la guerra y entonces vino el hambre.
Dice mi abuelo que se pasó mucho miedo.
Dice mi abuelo que ojalá nunca tengamos que vivir una guerra.
Aurora García (4ºB)

sábado, 26 de abril de 2014

RECUERDOS DE GRAUS (III)

Relato 5
Por otra parte había un joven de 17 años que se dedicó a matar a todos los obispos de los alrededores pero que en su casa no sacaron ni un santo de casa.
Llegaron unos jóvenes de 14-15 años que iban un poco ebrios que se alistaron. Al llegar, les dijeron a los oficiales que les dieran fusiles que se iban a la guerra. Los oficiales se les rieron ya que no sabían ni lo que era un fusil ni cómo se usaba y cargaba pero al final se alistaron y pasaron a formar parte del escuadrón del biberón.
En muchos lugares de la zona los jóvenes fueron obligados a alistarse pero en Graus como pueden ver, todos fueron voluntarios.

Relato 6 (maquis)

En esta zona, por Portaspana que es mi pueblo natal, mi padre, hermanos, y abuelos se quedaban por las noches a hacer guardia para protegerse de los maquis. Un día iban con aceite para llevarlo y venderlo en Graus, se los encontraron y los vieron sacaron los sacos de patatas y el aceite, lo tiraron al suelo delante de los maquis y salieron corriendo.
Y es que los maquis mataban a todos aquellos que les negaban cobijo, alimento, información, etc. Como estaban en tiempo de escasez pues muchas personas les daban voluntariamente información, alimento, etc. a cambio de dinero porque los maquis tenían mucho dinero, no se sabe muy bien de dónde lo sacaban pero suponían que era de las casas de los exiliados en las que entraban.
Los maquis jamás iban a ciudades, siempre a aldeas o pueblos muy pequeños. Para estar lejos de la policía y los cuarteles. Si alguna vez iban a un lugar con cuartel sabían los lugares a los que ir y tenían amigos dentro de la policía.
María Aguiló (4ºB)

RECUERDOS DE GRAUS (II)

Relato 4
Hornacina de la Virgen

Lugar donde escondieron la imagen
Quemaron la Virgen de la Peña, y en Portaspana fueron a quemar todos los santos que estaban en el pueblo.
Entraron en las casas, sacaron los santos y/o cualquier figura religiosa y los quemaron en la plaza del pueblo. Pero al llegar a Portaspana hay una pilar donde había una virgencita en plata y no la vieron ya que era de noche. Entonces cuando se fueron fue mi abuelo a por ella para esconderla y que no la quemaran porque era muy valiosa. La escondió en un panal de abejas ya que los republicanos no la buscarían ahí por miedo a que les picaran las abejas.
Capilla de la Virgen

Panal

María Aguiló (4ºB)

RECUERDOS DE GRAUS (I)


El pueblo de Graus era republicano. Además acuñan moneda/billete en Graus.
Relato 1
Un día estaban los nacionales y las quisieron ser más que nadie y salieron en manifestación por el pueblo protestando contra el régimen republicano y la guerra. Esto provocó que mataran, los republicanos, a sus maridos, hermanos e hijos.
Al final de la guerra les hicieron un panteón para todas ellas, y hubo en una familia en la cual el padre le pregunto a su hija si había salido en manifestación y que si había sido así no le dejaba entrar en casa.
Relato 2
Hubo un señor que lo querían coger los republicanos y este su fue a esconder a un pozo que tenia en casa de mi abuela. Y cuando una tía mía fue a coger agua al pozo se lo encontró ahí, entonces llamo al padre de mi abuela y este lo recogió en su casa y un criado vio como lo sacaba del pozo y lo subía a casa y entonces le denunció.
Cuando él estaba en el huerto lo fueron a buscar y le llevaron a la cárcel. Pero unos del bando republicano que estaban en el comité, que era amigo de mi bisabuelo, le apoyo y lo sacaron de la cárcel. Cosa que hicieron con otros más del pueblo. Cuando este señor murió mi bisabuelo, en agradecimiento a su familia que se tuvo que exiliar, le llevaba flores a su tumba y algunos del pueblo le dijeron que qué hacía llevándole flores a la tumba a un republicano.
Relato 3
Zona de las cuevas
En la calle barranco, que es la calle principal del pueblo, es una calle muy ancha porque está construida a ambos lados del barranco y la llenaron de dinamita para volar el pueblo cuando llegaran los nacionales pero cuando fueron a volarlo dijeron por la radio que los nacionales estaban llegando a Graus pero no era Graus sino El Grado. Al oír la noticia todo el mundo huyó a otros pueblos como Portaspana, y no volaron el pueblo. Una vez allí se escondieron en cuevas, ya que Portaspana al estar en una zona alta pues veían a los republicanos y/o nacionales venir y entonces cuando esto sucedía se iban por la montaña hasta una cueva para esconderse 
Por otra parte, dinamitaron un puente de hierro para evitar que los nacionales pudieran entrar por Benasque. Y muchos cruzaron a Francia por la zona del portillón y por los llanos del hospital alegando que iban al hospital del Luchón.
María Aguiló (4ºB)

PEQUEÑAS HISTORIAS DE LA VIDA (II)


MI ABUELA PATERNA:
Mi padre era hijo de viuda en Murcia y tenía que mantener a su madre y a su hermana. Logró entrar en el Retiro Obrero para dedicarse a dar clases a adultos analfabetos a los 16 años.
Era republicano pero no pertenecía a ningún partido político. Cuando llegó la Guerra Civil, siguió en su puesto de trabajo hasta que lo movilizaron y fue a la guerra.
Estuvo en la provincia de Castellón, en Jérica y Viver. Al acabar la guerra, recuerdo que a mis seis años vi desde el balcón cómo pasaban las tropas nacionales. Mi madre y mi tía se abrazaron llorando y cuando les pregunté por qué lloraban, me respondieron que de alegría. Cuando fui mayor, me enteré de que era de tristeza, porque habían perdido la guerra.
Mi padre, al volver del frente, fue depurado de empleo y sueldo durante un año, mientras que otros compañeros estaban en la cárcel o fueron expulsados del Instituto Nacional de Previsión, que así llamaban los nacionales al Retiro Obrero.
Fue castigado a trasladarse a Albacete. Encontró muchas dificultades para encontrar vivienda porque los bombardeos habían arrasado prácticamente esta ciudad. En una casa muy pequeña, tuvimos que habitar mis padres, mis hermanos pequeños y yo, que era la mayor.
Aunque tenía un buen puesto, sufrimos grandes dificultades para encontrar alimentos, ya que con las cartillas de racionamiento que había entonces apenas se podía subsistir. Recuerdo cuando iba con mi madre a las afueras de la ciudad a comprar alubias, garbanzos y otros comestibles que eran carísimos. Mis padres no lograban, con el sueldo que tenían, llegar hasta fin de mes. Mi padre lo pasó muy mal porque en su oficina les obligaban a ir a las manifestaciones con la camisa azul de falange. Él y otro compañero se presentaban con su camisa blanca con el riesgo que eso entrañaba.

MI ABUELO PATERNO:
Mi padre era guardia civil, o como les llamaban entonces, guardia de asalto. Como estaba en la zona republicana, formó parte del ejército de la República.
Les enviaron a Barcelona para poner orden en los enfrentamientos entre los diferentes partidos políticos.
Como fueron ganando los nacionales, los del ejército republicano tuvieron que ir pasando a Francia. Mi padre contaba que llevaban una manta para protegerse del frío, pero que como de día hacía mucho calor, algunos la tiraban, y, como estaban en la zona de los Pirineos, donde por la noche bajaban muchísimo las temperaturas, muchos morían de frío.
Cuando iban camino a los Pirineos pasaban por granjas y pedían que les vendiesen algún conejo, pagándolo con dinero de la república, para hacer una hoguera en el campo y comérselo, y en todos los sitios les decían “son petits, encara mamen”, en catalán, que significa “son pequeños, todavía maman” porque como ese dinero no iba a valer después, la gente no quería vendérselo.
Cuando por fin llegaron a Francia, les metieron en campos de concentración. Llegó un momento en el que recibieron una notificación desde España diciendo que podían volver todos aquellos que no tuvieran delitos de sangre. Entonces, les metieron en un barco en Bayona y dieron la vuelta a la península para desembarcar en Málaga.
Allí, los nacionales les recibieron con ametralladoras como si fuesen prisioneros de guerra, y los metieron en otro campo de concentración.
Mi padre escribió a mi madre para que consiguiera avales que testificaran a su favor. Como de todas las partes en las que había estado recibió avales positivos, le dejaron en libertad y pudo volver a Valencia.
En Teruel la lucha llegó hasta casi el final de la guerra. En Villel estaban a un lado del pueblo las trincheras de los republicanos y en la otra parte las de los nacionales. Tanto unos como otros bajaban al río a coger agua y de paso robaban lo que podían de las casas. Los habitantes estaban aterrorizados y muchas familias tuvieron que marcharse a tierras valencianas.
Mi padre se había trasladado antes de la guerra a Valencia pero a mi abuela y a mis tías les pilló el conflicto en el pueblo, y se trasladaron a Segorbe.
Conforme iban retirando a gente de Villel y de Teruel hacia Valencia andando, una familia que viajaba con un niño de unos ocho años, paró en Segorbe y buscó a mi abuela. Entonces, ella junto a mis tías les dieron de comer y les metieron en barreños de agua hirviendo para quitarles las pulgas y los piojos.
Esta historia te la cuento porque ese niño de ocho años, aún me sigue agradeciendo lo que mi familia hizo por la suya cada vez que voy al pueblo, y definiría este relato con dos palabras: Solidaridad y gratitud, que tanto hacían falta en esos tiempos de hambre y terror.
Yo nací unos meses antes de que comenzara la guerra, por lo que me acuerdo de muy poco de esos años. Recuerdo las sirenas, que avisaban de que venían los aviones a bombardear, y teníamos que dejar la casa y meternos en un refugio, en el que a los niños nos dejaban el rincón más seguro.
Una vez, cayó un casco de metralla en la parte de arriba de la escalera del edificio, donde había una claraboya, rompiendo el cristal. Cayó dentro de la escalera y todos los vecinos salieron a verlo. Yo me metí entre las piernas de las personas que lo estaban observando para ver qué era, y vi que no era nada más que un trozo de bomba.
Ya durante la posguerra, siendo pequeño, como había mucha escasez de alimentos, mis padres me llevaban o iba solo en tren controlado por la guardia civil o por el revisor a Teruel. Ahí me esperaba mi abuelo con su caballo y me llevaba a Villel. En el pueblo por lo menos sabía que podía comer pan, porque tenían trigo, y patatas y cosas de la huerta, y huevos porque tenían gallinas. Mientras, en Valencia había una gran escasez de alimentos y, por ejemplo, un huevo que le podían dar a mi padre, lo repartía entre los dos hijos y se quedaba sin nada, y no podía comprar más. Además, el pan era muy malo.
Yo me lo pasaba bien en Villel porque tenía libertad. Fui a la escuela de muy pequeño, con unos seis años, que estaba en el actual ayuntamiento, y recuerdo que había una estufa y solo a los que llevábamos leña nos dejaban acercarnos a ella para calentarnos.
 Delia Mínguez (4º B)

PEQUEÑAS HISTORIAS DE LA VIDA (I)


Cuando le pregunté a mi bisabuela, enferma de Alzheimer desde hace años, sobre la guerra que vivió siendo una niña, me sorprendió no obtener su habitual respuesta, la que da la mayoría de las veces, le preguntes lo que le preguntes. No me respondió un “no me acuerdo”. Guardaba en su cabeza algunos recuerdos de esos tristes años y, conforme tanto ella como mis abuelos me relataban sus experiencias, me di cuenta de que la guerra no es algo que se olvida fácilmente.
MI BISABUELA MATERNA:
Vivíamos en Valencia, en la plaza del Pilar. Yo me iba con mis hermanas a “espigolar” (recoger los restos de las cosechas), porque en esos tiempos no vendían nada, solo cambiaban alimentos por alimentos.
Mis padres tenían la cantina del cuartel, y cuando no teníamos comida, los soldados nos daban trozos de pan. Cuando los soldados se iban de maniobras estábamos toda la noche haciéndoles bocadillos y patatas fritas para que se lo llevaran.
Cuando vino la guerra hicieron un refugio para los soldados, y cuando tocaban las sirenas dejaban entrar sólo a las mujeres y niños. Mi padre tenía que quedarse sólo en casa, y me daba mucha pena, por lo que muchas veces me quedaba con él y me metía en el hueco de la escalera y me decía “ven aquí, que estaremos refugiados” menos mal que no cayó ninguna bomba.
MI ABUELA MATERNA:
Mi padre se fue de voluntario con dieciséis años a la guerra, sé muy pocas cosas de esos años en la vida de tu bisabuelo, una de ellas es que él estaba a favor de los nacionales, pero como Valencia estaba en zona republicana, le mandaron combatir con ese bando, pero él hizo todo lo posible para cambiarse.
También sé que a los soldados les colocaban en distintas ciudades para comer y dormir, y a él le tocó en Enguera (Valencia), donde le llamaban “el xiquet” por lo joven que era. Aún mantengo la relación con la familia que le acogió.
Mis abuelos tenían una casa muy grande en Serra, que tenía incluso un refugio. Cogieron la casa como cuartel, tanto los nacionales como los rojos, primero unos y después otros. Ambos les requisaron todo lo que había en la casa de valor, y mi abuela metió las joyas que les quedaron en la chimenea, con la esperanza de que ahí no las encontraran. Pero llegó el invierno, y al encender la chimenea, todo lo que había escondido se quemó.
Respecto a eso, mi abuela siempre decía que no había un bando bueno y otro malo, que lo mismo le habían robado los unos como los otros, y que el mismo mal les habían hecho.
Al terminar la guerra, la gente veía a un soldado andar hacia el pueblo e iban avisando “por ahí viene un soldado” y, conforme se fue acercando, se dieron cuenta de que era tu bisabuelo que volvía de la guerra.
Yo nací en el año 1942, mis padres me daban biberón y, cuando se les acababa la leche, no sabían de donde sacar más, y tenían que recorrer muchas tiendas en busca de leche.
Ya cuando era más mayor y tenía edad para ir a por el pan sola, me acuerdo que tenía una cartilla de racionamiento, y te la sellaban para que no pudieras comprar más de una barra.
Delia Mínguez (4ºB)

viernes, 25 de abril de 2014

ESTO ES LO QUE PUEDO RECORDAR, PERO AQUÍ NO ACABA LA HISTORIA

Os voy a contar una historia que me sucedió a mí hace mucho tiempo. Corría el año 1936, y yo por aquel entonces tenía la edad de 6 años. La poca edad que tenía y el paso del tiempo han borrado de mi memoria algunos recuerdos, pero os contaré lo que aún recuerdo.

Como ya he dicho, corría el año 1936, pero esta historia dura tres años exactamente. Es la historia de una terrible guerra civil que provoco la separación de un país entero. Yo, como toda la vida he hecho, vivía en el pueblo, Corbalán, que tuvo bastante importancia durante la batalla que se libraba en Teruel. Muy cerca del hospital donde se hospedaban los soldados heridos. Muchos morían más que por las heridas, por el frío.
Todavía recuerdo cómo los dueños de esa casa fueron echados por el bando republicano para convertir esa casa, nueva por aquel entonces, en el hospital del pueblo. Lo desmantelaron todo, las habitaciones que tenían las convirtieron en quirófanos.
Si la memoria no me falla, algunos soldados grabaron su nombre en la pared, o incluso palabras de apoyo para los compañeros de las milicias, la CNT y la FAI.


A algunos de los soldados los curaban con medicamentos que aún se guardan en esa casa, como el digestónico.
Aún recuerdo cómo en la actual casa de mi cuñado, una bomba dirigida por “los rojos” entró por el techo y atravesó la casa hasta salir por la calle. ¿La razón? En la ahora cocina de aquella casa se hallaba una radio republicana. Desde ese momento, la parte que fue atravesada tuvo que ser reconstruida de manera que ahora se pueden observar algunos tablones en el techo que no coinciden con el resto.
Ese fue el momento en el que “los rojos” nos atacaron, la gente corría al refugio por las dos bocas, estos tenían dos para que si atacaban por una la gente pudiera escapar por la otra, pero la gente no podía entrar de personas que había dentro y tan solo eran heridos.
Los “rojos” se llevaron a unos frailes y a mi abuela. “Joaquina – le dijeron estos – hasta la eternidad”. Los mataron en la puerta del cementerio.
Todavía recuerdo al tío Pedrolas, todos le llamábamos así. Cuando entraron al pueblo los “rojos” lo mandaron evacuar el pueblo, pero dijo que nadie se iba a mover de allí, que si tenían que matar a alguien al primero, él.
Algo que demuestra el cariño entre todos los habitantes del pueblo, es que no mataron a ninguna persona porque algún vecino se chivara de que era rojo o fascista. Un día le aparecieron los “maquis”, quienes pasaban por el pueblo pero no tenían cabida, a mi suegra mientras cogía cardos. Le preguntaron que si tenía algún enemigo en el pueblo. Ella respondió que no, y ellos replicaron que le dijera al alcalde que no rondara tanto por la noche. A mi suegra le dio miedo, ya que así demostraron lo vigilados que los tenían, así que volvió rápidamente al pueblo.
También me acuerdo de un soldado que se hizo amigo de los dueños de la casa-hospital. Dejó una maleta con sus cosas para que, al acabar la guerra, si no le había pasado nada, volver a por sus cosas.
La maleta sigue en la casa. Nunca volvió.
Aunque, con las trincheras que había normal que supieran tanto, si estas estaban situadas en un monte a lo alto del pueblo y tenían una vista panorámica de todo el territorio.

Esto es todo lo que puedo recordar, pero aquí no acaba la historia. Aún en día se van encontrando huecos donde cayeron las bombas, metralla de los fusiles e incluso bombas sin explotar. Cualquiera se las puede encontrar mirando un poco a tu alrededor.



 Beatriz Casas Hernández (4º B)

HERIDAS DE LA TIERRA


Las fotos son de unas trincheras que hay en la base de la estructura rocosa del cerro Castellar de Castralvo, excavaciones biseladas en la tierra y estructuras de piedra que seguramente fueron trincheras, también hay zonas excavadas en las laderas de las colinas que seguramente también lo fueran.
Javier Minguillón (4ºA)

YA ENTIENDO POR QUÉ NO ME HABÍAN HABLADO DE ESTO (III)

Mi abuela materna, Paquita, que también vivía en Orihuela, no puede decir lo mismo sobre las represalias, desgraciadamente. Ella nació después de la guerra, en 1940, lo que sabe de la guerra se lo han contado. Se llevaron a su padre, Cecilio, poco después de empezar el conflicto a raíz de una denuncia de un vecino, alegando que estaba a favor de Franco. Unos militares republicanos le detuvieron en el monte, mientras trabajaba.
Cuando su hijo mayor llegó a recoger leña con un carro el resto de los trabajadores le dijeron que se marchara porque se habían llevado a su padre. Fue trasladado a Valencia y pasó los tres años de la guerra trabajando al servicio del ejército republicano. Subió tres veces al coche de paseo, no fue fusilado en ninguna de ellas.
Su mujer, mi bisabuela, se quedó sola, al cargo de cuatro niños, su abuelo les ayudó mucho con su trabajo, los más mayores trabajaron para ayudar como pudieron y los más pequeños colaboraron en lo poco que podían. Por ejemplo, el mayor recuerda trabajar la tierra padeciendo hambre y con una alimentación limitada en cantidad y variedad y con problemas digestivos fruto de la mala alimentación. Un invierno, probablemente el de 1938-39 un tío suyo fue a trabajar en minas de carbón a Cataluña, le mataron. Su padre volvió a Orihuela, con ayuda de su tía que vivía en Valencia.
En cuanto a la Posguerra dice mi abuela que pasaron en su familia mucha hambre, miseria, ayudaban o trabajaban todos en la siembra de una manera u otra, sus hermanos, ella, su abuelo, y su padre tras pasar tres años enfermo después de la guerra. Su madre murió en 1945, su familia lo tuvo más difícil que la de mi abuelo. Dice eso sí que ella aún fue afortunada, que no tuvo que irse del pueblo a servir.
Vivían de lo que sembraban, judías por ejemplo, y comían pan de centeno. A los 9 años tuvo meningitis, su tío, que vivía en Valencia pudo conseguir penicilina para ella y gracias a ello pudo recuperarse, lo pasó muy mal, pero no ha tenido secuelas. En cuanto a la escuela ella fue menos años que mi abuelo, hasta los 12 o menos, y pasaba los inviernos en Valencia con sus tíos, los que le consiguieron el antibiótico. 
Mucho miedo, hambre y muerte, hasta ahora solamente me habían contado la parte no mala de su infancia: la escuela, el juego de las tabas. Ahora entiendo que hablaran de todo esto.
Javier Minguillón (4º A)

YA ENTIENDO POR QUÉ NO ME HABÍAN HABLADO DE ESTO (II)

Mi abuelo Bernardo vivía en Orihuela del Tremedal, tres años tenía cuando estalló la guerra, en un principio el bando republicano tenía el control de la zona, una noche izaron una bandera republicana en lo alto de la iglesia. El cura que allí estaba entonces se enfrentó a gritos a los republicanos y les obligó a quitarla de la iglesia. Podrían no haberle hecho caso y haberle matado.
Durante la ocupación republicana el alcalde del pueblo era un tío de mi abuelo, que se exilió a Francia cuando los nacionales iban a controlar la zona. Su padre tenía ganado, ovejas, que los republicanos robaron para comer, por lo que empezó a trabajar en obras públicas, en las carreteras, no fue a combatir.
A la llegada de los nacionales mi abuelo fue a vivir a casa de su abuela con su hermano mayor porque se llevaron a su madre, cuyo hermano fue el alcalde, a un campamento, con su hermano pequeño que no tenía ni un año. Entretanto su padre seguía trabajando en las carreteras. 
Un tío suyo era brigada del ejército nacional y, debido a ello, un grupo de militares se asentaron en la casa de su abuela con ellos. Recuerda hasta el nombre de uno de ellos, dice que en varias ocasiones le cogían y le intimidaban, como hicieron con mi otro abuelo. Esta intimidación consistía en agarrar a mi abuelo y en amagar con tirarlo por la ventana, mi abuelo lloraba de miedo y su abuela también temía porque de verdad lo tirasen o le hicieran daño. Recuerda también que su abuela y familiares en la casa lloraban debido al miedo a lo que pudiera ocurrirle a sus seres queridos.
Hubo un día que mi abuelo, su hermano mayor y su padre fueron a la montaña a por leña, mi abuelo se percató de que se levantaba polvo a unos metros en la tierra, se acercó y le dijo a su padre asombrado que lo mirase, que saltaba polvo, su padre los sacó de allí lo más rápido que pudo, eran balas clavándose en la tierra.
Cuando su madre volvió con el pequeño volvieron a la casa en la que vivía antes, no hubo represalias contra su familia por parte del ejército nacional ni las hubo antes por parte de los republicanos en Orihuela.
En la posguerra recuerda mi abuelo que iba a la escuela, hasta los catorce años, y empezó a ayudar a su padre con el ganado caprino. También que todos los años hacían leña para el invierno, no solo para la casa, cuando iba a la escuela debía llevar leña para la calefacción.
Javier Minguillón (4ºA)

YA ENTIENDO POR QUÉ NO ME HABÍAN HABLADO DE ESTO (I)

     Los testimonios de mis dos abuelos y mi abuela materna sobre la Guerra Civil y la Posguerra me sorprendieron, la crueldad, la frialdad, el miedo, una guerra y unas consecuencias que vivieron en la infancia, ni siquiera combatieron, muchos combatientes deben tener recuerdos todavía más terribles. 
     Mi abuelo paterno, Antonio, cuatro años tenía al empezar la Guerra Civil, dice que tuvo miedo, como todos: cuenta que, una vez, unos soldados del bando nacional le intimidaron apuntándole con los rifles y gritando: “¡Apunten! ¡Fuego!”, se divirtieron a costa del pavor de mi abuelo, realmente despiadado. 
En una ocasión su padre, Juan, estuvo persiguiendo un pollo que se había escapado, el pollo se subió a un árbol y la aviación atacó, tuvo que refugiarse apresuradamente bajo un puente, volvió con el pollo, pero podría no haber sido así. Juan los llevó a refugiarse a una cueva a las afueras de Vinaceite, donde vivían, cuando el frente y la conflictividad se acercaban a la zona, cargaron un macho con provisiones y pasó allí un tiempo con su madre y sus hermanos, su padre debía ir al combate. Pasó mucho miedo allí.
     Cuando el pueblo estaba bajo el mando nacional y mi bisabuelo no debía prestar servicio en el frente evitó el fusilamiento de siete vecinos del pueblo, convenció a los soldados de que esas personas no estaban en contra de Franco y de los nacionales sino que eran ignorantes en materia política. No sabe mi abuelo si era así o no, pero, fuera cierto o no, fue una buena acción por su parte.
     Antonio me habló de que los nacionales usaban fusiles alemanes y granadas italianas semejantes a latas de tomate, también que a las afueras del pueblo había cadáveres, en torno a diez, tirados en un campo, muertos en los “paseos” quizás, imposible saberlo con certeza.
     En cuanto a la Posguerra, Antonio recuerda que no pasaron tanta hambre como pudieron pasar otras personas ya que tenían unos campos no muy lejos del pueblo donde cultivaban y almacenaban comida, cultivaban olivos y granados entre otros. Mi abuelo recuerda ir, en más de una ocasión a vender aceite y jabón a los pueblos cercanos. Estos productos estaban limitados por las cartillas de racionamiento y era ilegal su comercio, los escondían bajo las granadas, que iban a cambiar a los otros pueblos por patatas. Volvían con el carro lleno de patatas y habiendo vendido el aceite de oliva y el jabón. Así eludían los controles.
     Una vez Antonio fue por el pueblo con otros chicos y, según dice, en un lugar encontraron un bote de unos 30 cm de alto (estimo yo por su gesto cuando me lo contaba) lleno de mermelada. El que lo dejó a la vista se descuidó porque quedó la mermelada a unos 5 cm de altura (nuevamente el gesto), tenían hambre. 
     En otra ocasión encontraron una pistola, Antonio se la llevó a casa y la dejó cerca de la plancha, la pistola, que no llegó a dispararse empezó a hacer algo de ruido, quizás debido a residuos de pólvora, un ruido como de siseo. Recuerda que su madre se llevó un susto de muerte y dijo a todos que salieran de la casa. No ocurrió nada, no se disparó en ningún momento.
Javier Minguillón (4ºA)

VIVENCIAS DE MIS ABUELOS DURANTE LA GUERRA CIVIL (1936-1939) II

Mis abuelos maternos eran más niños y sufrieron menos que los otros.
Mi abuelo Manolo, tenía 6 años al empezar la guerra y la terminó con 9. Fue en parte feliz en el sentido de que en el pueblo no había guerra, estaba a pocos kilómetros, y triste porque perdieron a parte de la familia siendo muy doloroso para todos. El pueblo, Villar del Salz, siempre fue zona nacional. El vivía con sus padres y un hermano, tenían una carnicería, no pasaron hambre pero no les sobraba ya que terminaron siendo muchos más de familia. 
Un año antes de empezar la guerra murió una tía suya, su marido murió de un cañonazo en el seminario de Teruel dejando 6 hijos (entre 16 y 4 años). Aunque vivían en Teruel, 4 primos estaban con los padres de mi abuelo, ya que algunos eran muy pequeños y dos (Pepe 14 años y Luis 7 años) en Teruel. Al morir el padre en el asedio de Teruel se quedaron solos. Al ir a buscar comida tenían mucho miedo por ser sobrinos de un cura y mataban también a los familiares. Un día, cogieron a Pepe e intentaron fusilarlo en la Ronda, se tiró por el barranco y escapó. Intentó huir del asedio con su hermano Luis para venirse al pueblo, hacía mucho frío y por el camino al cruzar el río se le quedó congelado Luis cogido en su espalda, esto marcó a toda la familia.
Pepe consiguió llegar al pueblo. Durante un tiempo se lo llevaron a Zaragoza. Las pequeñas también fueron algún tiempo a colegios de huérfanos, pasaron mucha hambre y los paquetes que mandaba la madre de mi abuelo no les llegaban, iban al pueblo en vacaciones y finalmente volvieron.
Otra hermana de su madre perdió a su marido que murió en Gijón, no llegó a conocer a su hija y vivieron las tres familias juntas con los abuelos mayores y los padres de mi abuelo. Esto ha hecho que todos se sientan como hermanos y no primos, se criaron juntos y pasaron mucho, sus primos sufrieron muchísimo, sus padres tuvieron que ser los de todos y su relación es muy especial. Quizás por eso se convirtieron todos en luchadores natos: Mi abuelo estuvo con los seis huérfanos en Madrid, montaron unos telares y abastecían a las mejores casas de tejidos de entonces. 
Al empezar la guerra, la Guardia Civil se llevó a dos vecinos del pueblo y los fusilaron, fueron a por más pero no los encontraron y no los buscaron más.
Los niños jugaban a la guerra, luchaban a pedradas y con fusiles hechos de madera, incluso un cañón de juguete, se juega a lo que se ve, podían haberse matado.
Hubo un batallón de soldados en el pueblo, los soldados les quitaron algunos corderos de la carnicería.
Cuando la Batalla de Teruel, estuvo el Caudillo, el general Varela y el general Aranda en la Gerencia de las minas de Ojos Negros, a una distancia de dos kilómetros del pueblo.
Mi abuelo recuerda que bombardearon el ferrocarril minero, creyendo que era el central. Fue al lado del pueblo, por la mañana y todas las familias se escondieron en los riachuelos. Después se hicieron tres cuevas para refugiarse pero no fue necesario utilizarlas.
Había prisioneros rojos que tenían allí los nacionales (100 o 200), trabajaban para ellos pero no les pasó nada. Mi abuelo y dos hijas de un maestro se hicieron amigos de uno de ellos y cuando se marchó durante varios meses se escribieron con él.
Desde niños, además de la escuela, tenían que trabajar, él iba por los pueblos, con una bicicleta para comprar ovejas y cabras, también pieles, la carga para su edad era impresionante. Iba a ferias de ganado a muchos kilómetros, la verdad es que aunque era duro se acostumbraron y lo veían como normal. Les sirvió para valorar el esfuerzo, el sacrificio y lo que cuesta ganar un poco de dinero, de ahí su capacidad de ahorro.
Pasaban todos los camiones que iban de Madrid al frente de Teruel, cientos y cientos, con unas grandes nevadas, lo tiene grabado en su mente, le impresionaba mucho. Destruyeron un puente (el de los Tres Ojos) para que no pasaron los rojos. 
Un tío (hermano de su madre) estaba en zona roja y no lo vieron hasta terminar la guerra. Era profesor de instituto, unos años después de terminar la guerra, se marchó a Venezuela por no compartir las ideas del Gobierno de Franco. Allí se hizo catedrático y publicó varios libros de filosofía. Mi abuelo y otra prima se marcharon con él mas tarde a Venezuela. 
Después de la guerra sí que se pasó hambre y mucha, tanto en la zona nacional como en la republicana. Se iba a por pan a Monreal y a moler de “estraperlo” a Monreal y Alustante. Cogían el tren hacia Valencia para regresar con zaguilotes de harina.
Muchas familias se quedaron sin el padre y las viudas lo pasaban muy mal para sacar a los hijos adelante. En esta zona se dieron varios casos de que la viuda se casaba con un hermano del esposo.
Mi abuela Nieves vivió la guerra de los 5 a los 8 años. Fueron días muy tristes y eso que en su familia no pasó nada grave. Ella, como mi abuelo, también era de Villar del Salz, que estuvo siempre en zona Nacional. 
Eran ocho hermanos, aunque pobres no les faltaba comida porque tenían tierras, cerdos, ovejas, machos, gallinas…y la carne y el pan estaban garantizados, su madre hasta cambiaba harina por fruta (manzanas, uvas y nueces) para darles a los niños. Con tantos hermanos gastaban todo lo que cogían pero no les faltaba. En el pueblo hubo gente que si que pasó hambre y en la posguerra se pasó mucho más, mucha gente pasó verdaderas necesidades.
Iba a la escuela y era feliz. Según la edad trabajaban en unas tareas u otras: cuidaban las ovejas, ayudaban en las tareas del campo y también en la casa cuidando a los hermanos pequeños.
El hermano mayor tenía 18 años y se lo llevaron a la guerra por Jaca, estuvo cinco años fuera, pasaba mucha hambre y su madre le mandaba tabaco para dárselo a un panadero a cambio de “chuscos” de pan, una vez, en el paquete, en vez de tabaco le llegaron piedras. No murió ningún familiar, solo un primo estuvo prisionero en zona republicana. 
En su casa había oficiales importantes hospedados y un soldado de 18 años al que su madre cuidaba mucho pensando en su hermano. Todos los pajares estaban llenos de soldados. Su hermano pequeño se encontró en casa un libro, le dijo a su madre que tenía muchos santos (imágenes) y al mirarlo vieron que era todo el dinero que tenían para pagar y dar de comer a los soldados.
Recuerda que un día estaban en la puerta y la guardia Civil llevaba a dos vecinos del pueblo y los fusilaron porque tenían ideas diferentes. 
Los chicos de la escuela se iban a la Gerencia (unas casas más lujosas entre su pueblo y el barrio de las Minas) para coger las cajas de tabaco que tiraban los altos mandos, eran metálicas y las utilizaban para guardar sus pinturas.
También había cosas buenas, muchas fiestas pese a que todos estaban cansados, se disfrutaban al máximo, incluido el carnaval que, por lo menos en Villar, nunca se prohibió.
Todos coincidían en que una guerra siempre es mala y aún peor entre las propias familias, hermanos contra hermanos, los propios vecinos... Es triste que les tocara vivir algo así y esperan que nunca más ocurra, la peor alternativa es la violencia. En una guerra todos pierden los que la ganan y los que la pierden.
                                                                                                               Victoria García Valero (4ºB)   

VIVENCIAS DE MIS ABUELOS DURANTE LA GUERRA CIVIL (1936-1939) I

Mi abuelo paterno, Marcelino, natural de El Pobo de Dueñas (Guadalajara) tenía 25 años, cuando se inicio la guerra estaba terminando el Servicio Militar, y tuvo que continuar como soldado, luchó en el bando nacional. Las batallas más importantes en las que estuvo fueron la de Guadalajara y la de Sigüenza.
La batalla de Guadalajara fue muy dura debido entre otros factores a que se produjo una fuerte lluvia, que hizo que los vehículos del bando nacional se quedaron atrapados en el barro en los alrededores de la carretera Nacional II, y los republicanos bombardearon a estos vehículos en los llanos de la Alcarria. Hubo muchos muertos, gran parte de ellos eran soldados italianos enviados por Mussolini, estos eran soldados muy jóvenes, sin preparación y mal equipados. Varios pueblos quedaron totalmente destruidos. Contaba que en el pequeño castillo de Torresaviñan hubo grandes bombardeos.
Recordaba que al entrar las tropas nacionales en Sigüenza, se produjo un hecho que le quedó muy grabado. En el alto de una de las torres de la catedral había una ametralladora que era el terror de los nacionales, había causado varias bajas y estaba perfectamente protegida. El superior ordenó a un artillero que preparara un cañón para derribar la parte superior de la torre, donde estaba la ametralladora. El tiro del artillero no hizo blanco, entonces el superior sacó su pistola, se la puso en la sien y le dijo que si en el próximo intento no le daba a la torre de la catedral, le pegaba un tiro allí mismo. El artillero realizó el segundo disparo y esta vez hizo blanco, derribó parte de la catedral. La entrada de las tropas en la catedral fue muy dura, se entró a punta bayoneta (se luchaba en el interior con bayoneta y cuchillos). 
Mi abuela paterna, Primitiva tenía 15 años al empezar la guerra y 18 al terminar y muchos recuerdos muy tristes, no tuvo adolescencia. Era la segunda de cinco hermanos, su familia era pobre, vivían en Cedrillas. Llevaba ya varios meses separada de su familia trabajando de niñera para unos sastres en Valencia. Un domingo, a las cuatro de la tarde, iba a ver a una chica del pueblo y en el mercado, unos hombres que iban de paisano (decían que eran rojos), tiraron botellas inflamables a la Iglesia de San Juan y la incendiaron, dijeron que había estallado la guerra.
Un señor del pueblo, con ideas republicanas, fue con un camión a recogerlas a todas para llevarlas al pueblo. Les pusieron un pañuelo rojo al cuello y, al salir de Valencia, había seis curas muertos en la cuneta, llevaban las sotanas puestas. Pararon el camión, bajaron y los insultaron. Ella se quedó en el camión sola, ¡fue horrible!, nunca lo olvidó.
Cuando llegaron a Cedrillas (en esos momentos zona republicana) era un caos, les habían quitado todo a los ricos, lo sacaban a la calle y lo cogía la gente del pueblo. Quemaron todo lo que había en la iglesia y allí pusieron un Hospital de Sangre. Recordaba que le ayudó a su madre a hacer un pozo en la tierra del corral para guardar las cosas de más valor.
Cuando fue la Brigada Campesina (republicanos), mi abuela fue a trabajar al hospital con ellos, le daban rancho militar y 10 pesetas al mes como a los soldados, les decían enfermeras. Lavaban las sábanas, a los heridos y resto de ropa del hospital, limpiaban las heridas de los soldados antes de que el médico los viese, los cuidaban. En Cedrillas en el hospital los médicos le enseñaron a leer y le dieron libros para su hermana. Un día iba con la ambulancia a por heridos. En Alfambra salieron de la ambulancia llena de heridos y enfermos y antes de subir los ametrallaron y murieron todos los heridos, fue un milagro que no muriera. 
La última parte de la guerra la pasó en Alcalá de la Selva, fue a trabajar a otro hospital (debajo había un refugio) hasta que los evacuaron ya que bombardeaban muchas veces. Fueron a Valbona, allí estuvieron un mes, dormían en paja de panizo, había mucha gente. Cuando entraron los nacionales, se fue, con su familia a Picasen (Valencia), salvo el hermano mayor que, con 17 años se fue voluntario a luchar por Granada y Jaén, fue carabinero y después de los maquis. Terminó en la cárcel en Mora y Albarracín (sobre medio año). En Picasen estaban mejor, ya que no había bombardeos y había fruta y cacahuetes, el pan no lo vieron. No sabían nada de su hermano mayor, murió su abuelo y su madre no pudo soportarlo más y se suicidó. Lo más triste es que ese mismo día llegó su hermano pero ya era tarde. Su padre iba de pastor y ella se encargaba de él y de los tres pequeños. 
Cuando terminó la guerra, después de pasar muchas calamidades en el viaje, regresaron a Cedrillas, no quedaba ni rastro de su casa y hubo que empezar de cero. Su hermano le había dicho que quemara todas las fotos que tenía de enfermera y la vinculaban con el bando republicano para evitar problemas. 
En el pueblo, a las chicas republicanas, empezaron a raparles la cabeza para que todo el mundo lo supiese, como también la buscaban, se asustó y se fue a Formiche con unos tíos durante un mes. Después se marchó a trabajar Zaragoza ya que a su hermano lo trasladaron a la cárcel de allí. 
En la posguerra pasó más hambre, alquilaron una casa y los de Acción Social, daban les rancho en la plaza para comer. Por las bombas que quedaron hubo muchos accidentes y se mutiló mucha gente.
Victoria García Valero (4ºB)