martes, 30 de agosto de 2011

RUTAS LITERARIAS: José, un hombre de los Pirineos (V)


Y ya que hemos llegado hasta aquí, desde La Mula se puede ir (mírese el plano) hacia el Monasterio de San Victorián, fundado por Sancho Ramírez en el cual introdujo la Reforma de Cluny y el cenobio, ampliando propiedades y señoríos sobre más de 40 pueblos entre el río Cinca y el Ésera.
Actualmente está restaurada la iglesia pero en obras la abadía.
Montaña hacia arriba, entre otras grutas horadadas por procesos kársticos y refugios prehistóricos, se encuentra la cueva-santuario La Espelunca donde según la leyenda el santo abad italiano del siglo V llevó una vida de eremita al venir de Francia huyendo de la tentación carnal encarnada en una mujer, Maura, que le perseguía ávidamente.
Después de recorrer las cumbres de la parte izquierda de la carretera y sin olvidarnos de echar tiempo en Ainsa antes o después, la cruzamos y nos adentraremos en la ruta del románico de la Fosada, llegando al pueblo abandonado y fortificado de  Muro de Roda, construido por la política expansiva de Sancho III de Pamplona e hijos en el siglo XI y una joya como Patrimonio  artístico que es.
No puedo acabar sin hacer un guiño a mi querido  Avelino Hernández  aunque ya no esté  aquí, por su “Sierra del Alba” que junto a Julio Llamazares con  “La lluvia Amarilla” nos despertaron  a estos paisajes con memoria. Mis felicidades a Severino por su magistral trabajo y por supuesto un agradecimiento especial  a “mi hombre“  Serafín Aldecoa, sin cuyo apoyo y compresión no podríamos  ir a la búsqueda de estos personajes tan atractivos y de estos mundos tan bellos, aunque en ocasiones tan  difíciles de acceder.
                                                       CARMEN GARCIA ROYO

domingo, 28 de agosto de 2011

RUTAS LITERARIAS: José, un hombre de los Pirineos (IV)

 Estamos en otoño  y el suelo es como un tapiz feminista, las merederas (parecidas a nuestras flores del azafrán) andan en pleno apogeo, los árboles amarillean unos, enrojecen otros o se visten de trajes elegantemente amarronados para despedirse del verano,  pasado ya hace semanas en estos lares pirenaicos.
Nosotros también nos despedimos por segundo día de ellas, allí han quedado confidencias de la muerte de su hermano y marido respectivamente, hermanos a la vez entre  sí, José y Manuel; de su entierro en el cementerio de Fosado, con lo que habrían  deseado tenerlos con ellas; de sus trabajos sobre madera, no solo cucharas, también esculturas románicas de cristos, de objetos domésticos, de recuerdos…
De la recolección y conservación de frutos para el invierno, de sus distracciones, Pilar más recelosa, Olvido eufórica como una niña de Salamanca, que trabajó en Barcelona y tras dos años  de correspondencia con Manuel se vino a vivir aquí, pero contenta porque ella en su tierra siempre vivió  también en el campo. Hasta  hicimos un trueque, ellas unas cucharas de madera, nosotros fruta fresca de la que allí no se cultiva.
Nada más ver la portada del libro, me sedujo José pero como no lo conocí en persona, murió en el año 2001, no puedo opinar, pero  sí puedo confesar que ambas mujeres me impresionaron muchísimo y si tuviera que hacerles un panegírico sería:
 “A Pilar y Olvido, las matriarcas del Pirineo”.
Qué riqueza de vida interior para convivir con su soledad, con sus silencios infinitos en las largas noches de invierno, qué rasmia para levantarse cada mañana y hacer del mismo sol un nuevo día, o qué energía para seguir manteniendo el patrimonio familiar y las tradiciones con tanto esmero en esas ásperas sierras, aunque llenas de una belleza imposible, a la cual ellas están abiertas a pesar de que  sea su existir cotidiano.
Qué saber no escrito, qué fortaleza y autonomía, que sin querer las hace protagonistas de unas historias individuales en los albores del  siglo XXI  y eso que este siglo  está  esbozado hacia un devenir colectivo.
Y siguiendo con nuestro cantautor más entrañable, J. A. Labordeta, pienso que bien podría haber compuesto para ellas…o bien lo sentí yo así.

Siempre te recuerdo vieja
nunca te podré olvidar
eternamente paciente,
zurciendo la eternidad.

viernes, 26 de agosto de 2011

RUTAS LITERARIAS: José, un hombre de los Pirineos (III)

Mi admiración total a Severillo Pallaruelo por cómo ha sabido retratar gráficamente y acompañar la existencia de un hombre tan sencillo y sabio a la vez, con qué respeto y dignidad ha elaborado su cuaderno de bitácora, dándole importancia a su discurrir entre esa naturaleza tan cercana pero a menudo violenta y hosca, llegando a una empatía tal que como diría A. Machado “Se mimetizan el paisaje y paisanaje y ya no se entiende uno sin el otro” y como apunta él mismo:
“José, el que doma el paisaje, es igual, duro, enjuto, fuerte como los enebros; activo, ágil como el viento y a ratos, como el sol en ciertos días de otoño, tierno, suave y alegre”.
Es un placer tener el ejemplar entre las manos y seguir el viaje de la tierra alrededor del sol con esta magistral selección de fotografías aunadas a unos clarificadores y armoniosos textos y editada extraordinariamente por Prames.
Hago una anotación al margen, pido perdón y permiso al autor para reivindicar el papel de la mujer en esta historia. En el libro apenas las nombra, ni a su hermana ni a la mujer de su hermano Manuel que vivía en la aldea de Molinias, en el camino mucho antes de llegar a La Mula y, hoy, son las dos mujeres las que sustentan el acervo cultural y etnográfico familiar. Mi título sería en femenino plural.

Pilar sigue en La Mula, entre ese mar de montañas, cultivando las huertos y al ritmo vital de sus ovejas, tiene radio pero no tele, no quiere porque nada le distraiga de sus quehaceres. Parece frágil pero su palabras son convincentes y sus opiniones definitivas, a pesar de su edad.
Al igual que su hermano, ella sólo ha salido de su casa donde nació, tres veces, pero se siente segura y plena en medio de este clima bucólico y pastoril. Segura pero a la vez recelosa de personas desconocidas, sus perros así lo atestiguan.
Olvido, la mujer de su hermano Manuel, (cuantas connotaciones tiene su nombre en esta soledades de romero, aliagas y sabinas) sube por lo menos una vez a la semana con el pan, es un poco más joven y ligera cual un gamo, no sigue la senda sino monte a través para llegar hasta Pilar y desde allí, con unos ojos despiertos y vivarachos donde nosotros solo vemos pino negro y lapiaz, ella distingue las seis ovejas que le faltaban a su cuñada de bajar de la Estiba (suben y bajan solas, llevan aprendida bien la lección) desde hace dos días.

miércoles, 3 de agosto de 2011

RUTAS LITERARIAS: José, un hombre de los Pirineos (II)

¿Cómo se va desarrollando el contenido?
Imaginémonos la órbita  elíptica, esa que estudiamos en la escuela todos con la tierra dibujada en las cuatro posiciones respecto al sol dando lugar a las cuatro estaciones del año, pues ahí nos engancha Severino Pallaruelo y de una forma originalísima  partiendo del verano nos da una vuelta completa al sol junto a José  Castillón para vivir con él todo un año descubriendo la variación  que éstas tienen en el paisaje, en las actividades y artes campesinas, en un territorio duro, agreste y difícil.
Aínsa
La aldea de La Mula pertenece al municipio de La Fueva, a pocos km de Ainsa, espléndida villa y corte del reino del Sobrarbe, siguiendo la carretera hacia Campo y después de Arro nos desviaremos hacia la izquierda,  comenzando  la subida hasta el pie de la Peña Montañosa a 1037 metros de altitud. Sólo tiene tres casas y desde hace 40 años está habitada únicamente la de nuestro hombre, donde convive con su hermana Pilar, más su huerto, sus campos, sus animales y su horizonte.

Como ya he mencionado, la historia se inicia con el verano, con el  esquileo y marcado de las ovejas. Les han quitado la ropa invernal porque durante estos meses se van a ir a la Estiba, una franja de pastos subalpinos situados  alrededor de los 1500 metros de altitud, flanqueados por precipicios calizos y con dos majadas para pernoctar los pastores.
Mientras, el protagonista de la historia se dedicará a los huertos, recolectará hierba y de vez en cuando subirá  a verlas repartiéndoles la sal que ha transportado a lomos de las mulas.
En otoño prepara conservas, coge setas, almacena frutas de carrascas y quejigas y prepara todo para el invierno. También hace colmenas, labra cucharas y fabrica collares para las esquilas. Dice él mismo que solo hay dos etapas en el año: el invierno y la preparación para esa época gélida.
En invierno caza, corta leña, repara muros,  saca al ganado cada día a pastar pero la nieve y el hielo hacen de estos meses “una noche sin fin” hasta que los almendros florecen en febrero a pesar de que se  pierdan en marzo o abril  por las bajísimas temperaturas.
Pero, por fin, la primavera hace que  la tierra comience  a despertar y de nuevo la vida vuelva  a bullir.
La Mula

martes, 2 de agosto de 2011

RUTA LITERARIA: José, un hombre de los Pirineos (I)


¿Quién  te  cerrará  los  ojos
tierra,   cuando  estés  callada?
J A. Labordeta

Su autor, Severino Pallaruelo, se sintió seducido por  este hombre sereno, de peculiar sabiduría sin ataduras a libros y con unas habilidades propias de un ingeniero de la Naturaleza.
Comenzó a  principios de los noventa a conocerlo porque buscaba, desde el punto de vista etnográfico,  artesanos de la madera, hasta que en 1994 decide que durante tres años va a hacer un seguimiento vital de José, paso a paso, estación a estación.
Digo “estación  a estación” porque la vida del protagonista gira y se enmarca en las cuatro estaciones, pues todas las labores y las faenas se van sucediendo según el tiempo meteorológico de cada momento.
Y así, con todas esas vivencias,  las que yo envidio muchísimo, elaboró un libro grande, grande en formato y grande por lo maravilloso que es, lleno de fotografías inmensas, detalladas y captadoras del alma de José,  puesto que mirándolas entiendes parte de sus sensaciones y sentimientos hacia el mundo que le rodea.
De forma natural nos muestra un universo que él  apenas abandonó salvo en la época del servicio militar o los martes de verano en los que bajaba a Ainsa a comprar, o simplemente a charrar.
Su forma de expresarse es el aragonés de La Fueva (comarca donde se localiza su aldea La Mula), “el fobano”, mezcla de sobrarbés, ribagorzano y chistabino.
Es una obra de 296 páginas a tamaño mayor de folio, donde se entremezclan las tareas cotidianas, los acontecimientos de la vida del personaje, los animales y las tradiciones ancestrales, dominando lo gráfico sobre lo textual y donde, para no perdernos al estilo de los viejos libros escolásticos,  existen en el margen de la izquierda pequeñas entradillas explicativas sobre el contenido de los párrafos, dejándonos al final un índice por temas: caza, familia, mitos y ritos, plantas,  etc. si no queremos seguir en su lectura el ciclo natural de los trabajos agrícolas y campesinos que él comienza  por el verano.
La historia de José nos retrotrae a las nostalgias de la niñez, a los sonidos del campo junto a nuestros abuelos en los atardeceres por los huertos, a las esquilas en la lejanía, a los sabores del tomate recién cogido en el surco, de las ciruelas de los árboles  agarradas a escondidas de los dueños, al canto de los grillos en los anocheceres del estío……..y también nos hace recordar el gran abandono de los pueblos en los años sesenta y setenta, sangría que comenzó en el inicio de la postguerra.
Éxodo brutal que dejó heridas de muerte a muchas comarcas. Pero era, a menudo, el hambre el que azuzaba el paso apresurado de los vecinos al amanecer, que sin hacer ruido y sintiéndose  entre cobardes por traicionar a  los que se quedaban e ilusionados por ese espejismo de   la ciudad, marchaban como desheredados hacia una utopía a la vez que desarropados de afecto y huérfanos de futuro.
Carmen García Royo