Mirándolos como manotean con sus aspas, cuatro por si fuera poco, oteando por las ventanillas y como tocados por sombreros, la verdad es que no andaba tan errado el caballero al tenerlos por gigantes.
Es interesante la terminología empleada para llamar a las ventanas de los molinos, dependiendo del viento que les llegue: cierzo, matacabras, solano, abrego, toledano, moriscote…
Y admirables las esculturas de Eloy Teno sobre la figura del Quijote en el centro de visitantes.
“- ¿Qué gigantes? –dijo Sancho Panza.
- Aquellos que allí ves –respondió su amo- sus brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
- Mire vuestra merced –respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
(…)
Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer.” (Quijote, I Cap. VIII)
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