Hasta llegar a estos parajes literarios, nada más abandonar la carretera general hacia Alcañiz, hemos paseado por Ejulve, conocido allí a catalanes de adopción que han vuelto al pueblo en busca de un trabajo perdido en la llamada “Europa” de los años 70, y saboreado sus excelentes quesos, bien sean fritos o crudos. Todavía con este sabor y de paso hacia La Zoma, observamos cómo está afectada la vegetación por el gran incendio de El Maestrazgo, aunque recuperándose paulatinamente los bosques de carrasca, pino y sabina.
Haciendo camino por serpenteante carretera pero admirables parajes, a nuestra vereda parece que los estratos se levantan rebeldemente hasta el infinito, como si jugaran al corre-que-te-pillo, recordándonos la frase de mi profesor de Geografía, José Luis Simón, ante estos fenómenos geológicos: “Donde la tierra se retuerce, allá el telón de la eternidad se levanta”.
Y atravesando desiertos yermos aterrizamos en Cuevas de Cañart, quedando boquiabiertos al entrar ante el Convento de los Servitas. Es como un esqueleto a cielo abierto con sus naves desmochadas hablándonos de su grandiosidad desde el s.XV.
Los Servitas son los siervos de María por eso en el arco de la portada se representa la Piedad recortada hacia lo azul. El interior, refugio de hierbas y matojos, tras sus paredes policromadas nos va enseñando los estucos con diferentes escenas bíblicas. Me impresionó en especial, una que hay en el ábside de la derecha de lo que fue el altar mayor “La Huida a Egipto” y me pareció como un augurio de lo que años más tarde vivirían sus gentes.
Esta orden fundada en Florencia en 1233, se instaló en el pueblo en 1497, primero en una cueva, luego en un cenobio de mampostería en la ladera, hasta que derrumbado por la naturaleza se inaugura en 1790 el “Convento de San Miguel de los Servitas” en el emplazamiento que ahora contemplamos, con todo el barroco y detalles rococós a la moda del momento.
En el primer tercio del siglo XIX fue desamortizado por Mendizábal, y en las guerras carlistas Cabrera instaló allí un hospital, destruido en 1840 por Espartero para que no volviera jamás a ser utilizado.
Estos monjes de hábito negro y seguidores de la regla de San Agustín se afincaron también en otros lugares y otros países, hoy día se calculan unos 1500 frailes, y allí en el pueblo nos contaron que en el año 2010 regresaron a Cuevas de Cañart para llevar a cabo un Capítulo de la Orden como una conjuración a lejanos recuerdos y un homenaje a sus orígenes; pero esta vez el espacio fue el hotel-spa del pueblo, flanqueado por unas cristaleras hacia la frondosa vegetación de su término.
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