domingo, 3 de abril de 2011

RUTA POÉTICA POR BILBAO VII


Quizá el más recordado de todos estos escritores sea Blas de Otero. La Academia de la Lengua Vasca acaba de publicar la plurilingüe “Antología de la poesía vasca” figurando él entre los diez seleccionados.
El nombre de Otero también está presente en una residencia universitaria, un instituto, un albergue, una calle y, sobre todo, la Fundación desde donde se organizan congresos y concursos, protege su legado y lo divulga, clamando por la Paz por medio de sus poemas y organizando talleres de educación y rutas por Bilbao.
Una ruta es por Orozco rural, lugar de la familia materna, remanso de paz, donde vivía la abuela, Doña Pepita Sagarnúnaga, en cuyo recuerdo se recreará Blas de Otero a lo largo de toda su vida.
La otra, por Bilbao, la de la familia paterna ya que nació en el portal número 30 de la calle de Hurtado de Amézaga (1916-1979), estudió en la escuela de María de Maeztu y en los Jesuitas de Indautxu, y todo esto acompañado de un libro de versos y un café literario.
De ser un chico alegre, tras la muerte de su hermano y de sus padres, se vuelve pesimista y se debate entre la espiritualidad de los escritos místicos y los nuevos ambientes artísticos. Lleva una vida interior azarosa y sufriente e incluso a los 30 años, una terrible crisis depresiva le lleva a ingresar en un sanatorio.
La soledad de Blas de Otero crecía con su prestigio. Su búsqueda de un “tú” con que dialogar había fracasado. No obstante, encontró una manera de mitigar su soledad: el encuentro con los otros, ser hombre entre los hombres. Así apareció el “nosotros” en su poesía: un cambio en su poética que no solo significó una nueva dimensión en su obra, sino también el descubrimiento de la solidaridad humana, que terminó con su crisis y le devolvió la paz espiritual. La poesía del desarraigo pasó a ser poesía del encuentro.
Ayudaron a este giro de timón sus nuevas amistades, poetas y artistas del grupo bilbaíno y nombres importantes del grupo Cisneros que lo encaminaron a la “inmensa mayoría”.
Su extraño sentimiento hacia España, de amor y repulsión a la vez, lo llevó al autoexilio. Allí accedió a los círculos comunistas e incluso se afilió al Partido Comunista por afinidad, si no política, sin duda ideológica: en él veía cristalizados sus ideales humanistas.En París se fraguó Pido la paz y la palabra desde su nueva fe en el género humano: el verso se había convertido en una herramienta para tratar de cambiar el mundo.
A finales del mismo año regresó con la firme convicción de conocer a fondo su país y tratar con el pueblo llano. Convivió y trabajó con mineros; recorrió los pueblos del interior de Castilla y León sin apenas dinero, viviendo del trabajo y de lo que le ofrecían los amigos que iba haciendo por el camino. El compromiso que adquirió con la gente de a pie le empujó a terminar Pido la paz y la palabra y a escribir En castellano.
Entre 1960 viajó a la URS y China invitado por la Sociedad Internacional de Escritores. En 1964 se trasladó a Cuba, donde le fue concedido el Premio Casa de las Américas.
Su enfrentamiento con el franquismo, al que había visto nacer, crecer y morir, fue constante. Anheló y cantó la democracia durante 40 años; luchó por ella, e incluso apareció en mítines, conferencias y recitales en las primeras elecciones. Sin embargo, no llegó a ver completamente realizado su sueño. El 29 de junio de 1979 murió en Majadahonda (Madrid) de una embolia pulmonar, tras una larga búsqueda, vital pero también poética.
(Y si quieres seguir leyendo versos “con garra” ve a la página web iesbatalladeclavijo.com/doc/poemapoesia.pdf )

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