Era un día fantástico, soleado, daba gusto salir a la calle y ver los árboles de las aceras todos floreados estaban más preciosos que nunca. Pero con este día no era plan de ir al centro de la ciudad ni ir a alguna terraza de un bar, era el día perfecto para coger a toda la familia y al perro e ir al campo o al pantano, aunque no fuese época de ir al pantano ni al campo ni a un río era para ver lo precioso que estaba todo, daba gusto sentarse en el suelo y oler ese olor a hierba, a plantas, a agua, vamos, una mezcla de todo.
Ver a los primeros bichos corretear, y pasar un buen día en el campo. Estábamos todos preparados a punto de salir por la puerta de casa con una felicidad inmensa e impacientes, pero de repente se oyó un trueno, todos pensamos “¡no puede ser, es un día precioso!”. Entonces encaminados hacia el coche abrimos la puerta de la portería y de buenas a primeras se puso a llover como si no hubiese llovido en años, nos chafó nuestro día perfecto y maravilloso de campo.
Alba Sanjuán
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