Antiguo Corral del Príncipe, hoy Teatro Español, de un color empastelado y con los nombres dorados en la parte superior de los grandes escritores del panorama español, entre ellos, nuestro D. Ramón de Valle Inclán.
10) Mirando el teatro junto a la escultura de García Lorca (un poco pequeña, creo, para el contexto en que se desenvuelve) nos adentramos por la calle de la izquierda (Núñez de Arce) y enseguida empezamos a ver una serie de bares que nos abrirán las puertas al Callejón del Gato.Lugar esperpéntico y valleinclanesco por antonomasia.
A ambos lados, la Fragua del Vulcano y Villa Rosa con sus artísticas fachadas, bien conocida por Valle Inclán pues no estaba muy lejos de su casa en Lavapiés, y ya en el Callejón: la Taberna Pompeyana de llamativa decoración interior y la taberna Las Bravas que muestra en la pared exterior dos espejos, cóncavo y convexo, enmarcados en rojo, y a modo de protección un pulpo gigante entre los cuatro cierres metálicos del local (¡Qué poca imaginación! Pudiendo haber cogido un motivo valleinclanesco...). Aunque los espejos se localizan hoy en "Las Bravas", los anteriores eran de cuerpo entero y estaban en el nº 4 de esta calle, donde posiblemente había una ferretería o carbonería pero no una taberna.
El lingüista Alonso Zamora Vicente escribía: "Todos los madrileños que ya no somos muy jóvenes hemos ido a mirarnos alguna vez a los espejos de la Calle del gato, alboroto infantil permanente, atracción de paseos ciegos y sin rumbo por la ciudad".
Un poco antes de morir Max habla a Don Latino de estos espejos y de su imaginario. España es una deformación grotesca de la civilización europea. Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas. La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas. Deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España".
Los cóncavos atrajeron la atención de valle Inclán que le valieron para concebir el Esperpento con el que fustigó agriamente la vida social, política y cultural española de las dos primeras décadas del siglo XX. Lo esperpéntico era lo que reflejaban los espejos, cuyos asertos universales, tantas veces repetidos, son la clave del nuevo género literario.
Seducidos y un tanto desnortados todavía por este callejón, salimos por el otro extremo de la calle cuando dos casas decimonónicas y un rombo amarillo municipal, por si no nos hemos enterado aún, nos trae a la memoria el lugar donde tantos bohemios, filibusteros y andariegos han ido a reflejarse en estos espejos cóncavos y convexos del madrileño barrio.
A continuación entramos en la Plazoleta del Ángel y un magnífico trampantojo de Ángel Aragonés ocupa la fachada ciega de una casa, otrora famoso teatro de comedias de la Cruz, al que solía asistir -según dicen- Felipe IV y en el que se puede leer dentro del mural el poema siguiente:
¿Me engañan los ojos o el deseo?
Donde existió un teatro, ahora calle
¿ O la calle toda es ahora un teatro?
¿ Me engañan los ojos o el deseo?
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