martes, 2 de agosto de 2011

RUTA LITERARIA: José, un hombre de los Pirineos (I)


¿Quién  te  cerrará  los  ojos
tierra,   cuando  estés  callada?
J A. Labordeta

Su autor, Severino Pallaruelo, se sintió seducido por  este hombre sereno, de peculiar sabiduría sin ataduras a libros y con unas habilidades propias de un ingeniero de la Naturaleza.
Comenzó a  principios de los noventa a conocerlo porque buscaba, desde el punto de vista etnográfico,  artesanos de la madera, hasta que en 1994 decide que durante tres años va a hacer un seguimiento vital de José, paso a paso, estación a estación.
Digo “estación  a estación” porque la vida del protagonista gira y se enmarca en las cuatro estaciones, pues todas las labores y las faenas se van sucediendo según el tiempo meteorológico de cada momento.
Y así, con todas esas vivencias,  las que yo envidio muchísimo, elaboró un libro grande, grande en formato y grande por lo maravilloso que es, lleno de fotografías inmensas, detalladas y captadoras del alma de José,  puesto que mirándolas entiendes parte de sus sensaciones y sentimientos hacia el mundo que le rodea.
De forma natural nos muestra un universo que él  apenas abandonó salvo en la época del servicio militar o los martes de verano en los que bajaba a Ainsa a comprar, o simplemente a charrar.
Su forma de expresarse es el aragonés de La Fueva (comarca donde se localiza su aldea La Mula), “el fobano”, mezcla de sobrarbés, ribagorzano y chistabino.
Es una obra de 296 páginas a tamaño mayor de folio, donde se entremezclan las tareas cotidianas, los acontecimientos de la vida del personaje, los animales y las tradiciones ancestrales, dominando lo gráfico sobre lo textual y donde, para no perdernos al estilo de los viejos libros escolásticos,  existen en el margen de la izquierda pequeñas entradillas explicativas sobre el contenido de los párrafos, dejándonos al final un índice por temas: caza, familia, mitos y ritos, plantas,  etc. si no queremos seguir en su lectura el ciclo natural de los trabajos agrícolas y campesinos que él comienza  por el verano.
La historia de José nos retrotrae a las nostalgias de la niñez, a los sonidos del campo junto a nuestros abuelos en los atardeceres por los huertos, a las esquilas en la lejanía, a los sabores del tomate recién cogido en el surco, de las ciruelas de los árboles  agarradas a escondidas de los dueños, al canto de los grillos en los anocheceres del estío……..y también nos hace recordar el gran abandono de los pueblos en los años sesenta y setenta, sangría que comenzó en el inicio de la postguerra.
Éxodo brutal que dejó heridas de muerte a muchas comarcas. Pero era, a menudo, el hambre el que azuzaba el paso apresurado de los vecinos al amanecer, que sin hacer ruido y sintiéndose  entre cobardes por traicionar a  los que se quedaban e ilusionados por ese espejismo de   la ciudad, marchaban como desheredados hacia una utopía a la vez que desarropados de afecto y huérfanos de futuro.
Carmen García Royo

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