viernes, 26 de agosto de 2011

RUTAS LITERARIAS: José, un hombre de los Pirineos (III)

Mi admiración total a Severillo Pallaruelo por cómo ha sabido retratar gráficamente y acompañar la existencia de un hombre tan sencillo y sabio a la vez, con qué respeto y dignidad ha elaborado su cuaderno de bitácora, dándole importancia a su discurrir entre esa naturaleza tan cercana pero a menudo violenta y hosca, llegando a una empatía tal que como diría A. Machado “Se mimetizan el paisaje y paisanaje y ya no se entiende uno sin el otro” y como apunta él mismo:
“José, el que doma el paisaje, es igual, duro, enjuto, fuerte como los enebros; activo, ágil como el viento y a ratos, como el sol en ciertos días de otoño, tierno, suave y alegre”.
Es un placer tener el ejemplar entre las manos y seguir el viaje de la tierra alrededor del sol con esta magistral selección de fotografías aunadas a unos clarificadores y armoniosos textos y editada extraordinariamente por Prames.
Hago una anotación al margen, pido perdón y permiso al autor para reivindicar el papel de la mujer en esta historia. En el libro apenas las nombra, ni a su hermana ni a la mujer de su hermano Manuel que vivía en la aldea de Molinias, en el camino mucho antes de llegar a La Mula y, hoy, son las dos mujeres las que sustentan el acervo cultural y etnográfico familiar. Mi título sería en femenino plural.

Pilar sigue en La Mula, entre ese mar de montañas, cultivando las huertos y al ritmo vital de sus ovejas, tiene radio pero no tele, no quiere porque nada le distraiga de sus quehaceres. Parece frágil pero su palabras son convincentes y sus opiniones definitivas, a pesar de su edad.
Al igual que su hermano, ella sólo ha salido de su casa donde nació, tres veces, pero se siente segura y plena en medio de este clima bucólico y pastoril. Segura pero a la vez recelosa de personas desconocidas, sus perros así lo atestiguan.
Olvido, la mujer de su hermano Manuel, (cuantas connotaciones tiene su nombre en esta soledades de romero, aliagas y sabinas) sube por lo menos una vez a la semana con el pan, es un poco más joven y ligera cual un gamo, no sigue la senda sino monte a través para llegar hasta Pilar y desde allí, con unos ojos despiertos y vivarachos donde nosotros solo vemos pino negro y lapiaz, ella distingue las seis ovejas que le faltaban a su cuñada de bajar de la Estiba (suben y bajan solas, llevan aprendida bien la lección) desde hace dos días.

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