miércoles, 3 de agosto de 2011

RUTAS LITERARIAS: José, un hombre de los Pirineos (II)

¿Cómo se va desarrollando el contenido?
Imaginémonos la órbita  elíptica, esa que estudiamos en la escuela todos con la tierra dibujada en las cuatro posiciones respecto al sol dando lugar a las cuatro estaciones del año, pues ahí nos engancha Severino Pallaruelo y de una forma originalísima  partiendo del verano nos da una vuelta completa al sol junto a José  Castillón para vivir con él todo un año descubriendo la variación  que éstas tienen en el paisaje, en las actividades y artes campesinas, en un territorio duro, agreste y difícil.
Aínsa
La aldea de La Mula pertenece al municipio de La Fueva, a pocos km de Ainsa, espléndida villa y corte del reino del Sobrarbe, siguiendo la carretera hacia Campo y después de Arro nos desviaremos hacia la izquierda,  comenzando  la subida hasta el pie de la Peña Montañosa a 1037 metros de altitud. Sólo tiene tres casas y desde hace 40 años está habitada únicamente la de nuestro hombre, donde convive con su hermana Pilar, más su huerto, sus campos, sus animales y su horizonte.

Como ya he mencionado, la historia se inicia con el verano, con el  esquileo y marcado de las ovejas. Les han quitado la ropa invernal porque durante estos meses se van a ir a la Estiba, una franja de pastos subalpinos situados  alrededor de los 1500 metros de altitud, flanqueados por precipicios calizos y con dos majadas para pernoctar los pastores.
Mientras, el protagonista de la historia se dedicará a los huertos, recolectará hierba y de vez en cuando subirá  a verlas repartiéndoles la sal que ha transportado a lomos de las mulas.
En otoño prepara conservas, coge setas, almacena frutas de carrascas y quejigas y prepara todo para el invierno. También hace colmenas, labra cucharas y fabrica collares para las esquilas. Dice él mismo que solo hay dos etapas en el año: el invierno y la preparación para esa época gélida.
En invierno caza, corta leña, repara muros,  saca al ganado cada día a pastar pero la nieve y el hielo hacen de estos meses “una noche sin fin” hasta que los almendros florecen en febrero a pesar de que se  pierdan en marzo o abril  por las bajísimas temperaturas.
Pero, por fin, la primavera hace que  la tierra comience  a despertar y de nuevo la vida vuelva  a bullir.
La Mula

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