Lluvias de sardinas y caballas; una piedra que abre y cierra el paso a otros mundos; un anciano de azarosa biografía que adivina el futuro y habla con los gatos; un adolescente marcado por siniestras profecías; sueños, alucinaciones, hechos trágicos, personajes casi mágicos… Y en Japón, para mayor extrañamiento. Sin embargo, Kafka en la orilla no es una novela fantástica, sino una fantástica novela; y, en cuanto al género, hay mucha mezcla: de aprendizaje, de viajes, de misterio, sentimental (vale, también hay algo o mucho de fantasía). Sus más de seiscientas páginas se leen casi compulsivamente, a ratos con emoción, a ratos con una sonrisa, y uno se encariña con los seres que la recorren, porque resulta difícil no identificarse con rasgos de muchos de ellos. Murakami va enlazando los destinos de los protagonistas y consigue que todo encaje y tenga sentido, a pesar de la multitud de tramas que se presentan. Por cierto, ¿qué relación tiene Kafka en la orilla con Paréntesis? Una pista: la adivinanza va de lugares…
Fernando Muñoz
¿Es la biblioteca-refugio-escondite-paréntesis en el espacio y en el tiempo?
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