¿Ya tienes planeados los viajes de verano?¿Piensas que emprender la ruta de la Sierra del Alba es duro? Entonces comienza por otra más fácil pero no por eso menos atractiva y fascinante. Además pertenece a nuestra tierra, el Pirineo de Huesca.También tienes que guiarte por el libro La lluvia amarilla de Julio Llamazares. Desde la primera página ya te sentirás atrapada y sólo tendrás deseos de ascender a ese pueblo y caminar por esas calles desiertas entre zarzas y ortigas, para ir asimilando lo que se llevó dibujado en sus ojos el último habitante de Ainielle (José de Casa Rufo, en 1960, viudo y ya mayor, era el último guardián y protector de las raíces de muchos, que ya abandonaron hace tiempo). Él, junto a su mujer Sabina, observan silenciosos con el corazón en un puño este exilio, cómo se van con la llave de sus casas en la faltriquera, arrastrando los bártulos camino de la ciudad o hacia el cementerio otros, pero todos con una lágrima retenida de rabia y desesperación porque saben que no hay vuelta atrás. Cuando su mujer muere y él se queda solo, se entrega a una especie de locura añorante, tejida de nostálgicos recuerdos que nos va deshilvanando…
¿Y cómo llegar?El pueblo está situado en el Sobrepuerto (comarca del Alto Gállego) y ya aprovechando esta localización, anímate a realizar la ruta del Serrablo (iglesias mozárabes o prerrománicas para otros). Cuando llegues a Oliván, tras la visita obligatoria a la iglesia del siglo XI, deja el coche en la Plaza y comienza a andar. Primero te encuentras con una pista forestal, luego empieza un sendero que cada vez se va estrechando y ascendiendo con más pendiente. Y tras ir pisando por tapices de zarzas pero también de violetas y prímulas, llegas al “alto” desde donde se divisa Ainielle con sus casas desvencijadas entre musgo y yedra, pero firme aún alguna chimenea cilíndrica y robusta, desafiando a los rigores del tiempo y de los años. Al ir acercándonos nos encontraremos algunas bordas y el molino, luego llegaremos a la escuela abandonada, las ventanas vacías añorantes de otros tiempos de bullicios y risas con esta pintada en la pared: “Siempre estará parte de mi corazón en este lugar”. Los arbustos han invadido corrales y callejones a modo de laberinto apoderándose del espacio pero descubriremos la iglesia con la puerta abierta y rota, donde faltan las campanas y la vertiente norte del tejado hundida. Y a lo mejor hasta unas flores frescas en el altar, restos de la reunión de sus antiguos moradores que reviven anualmente sus ancestros, evitando que las espiguillas borren el cementerio anexo al pequeño templo y vayan ganando a los muertos.En el Museo de Artes (etnológico, sobre todo) del Serrablo, en Sabiñánigo , sí entras, verás retazos de este pueblo.
¿Sabes por qué he relacionado la Sierra del Alba y La lluvia amarilla? pues porque aunque nos choque, Julio Llamazares se inspiró para este libro en Sarnago (pueblo de esa Sierra del Alba-Soria). Allí, en la antigua escuela y ayuntamiento repleto de confidencias y vivencias cotidianas, que los descendientes de los oriundos han recopilado, poseen el orgullo de tener enmarcado al autor como socio honorífico por haber dado a conocer este apartado lugar, aunque con otro nombre y en otro espacio.Ha entremezclado nombres e historias porque en el fondo las vidas de los últimos pueblos se asemejan mucho. Ambos se ubican en un bello pero hostil ambiente geográfico colgados de una ladera con sus reducidos campos abancalados. El montañés ha sabido adaptarse con su sabiduría popular durante siglos al ciclo natural para sobrevivir, pero con unas ancestrales estructuras y arcaicas técnicas de trabajo, que la aparición del modelo industrial amenazó con hacerlos desaparecer si no modificaban sus modelos de vida, y algunos no lo aguantaron.
Esta ruta te desconectará del mundo, hará que te replantees tus orígenes y te llevará a un viaje interior dibujado de nuevas sensaciones y sentimientos.
Carmen García Royo
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