viernes, 12 de julio de 2013
domingo, 7 de julio de 2013
lunes, 1 de julio de 2013
RECUERDOS DE LA GUERRA, POR ALEJANDRO MARTÍNEZ II
"Nos iban
llegando noticias del pueblo y de nuestros parientes, todas malas. Mi primo
Damián fue el primero en caer en Royuela, metieron al Tío Chato en la cárcel de
Teruel por ser republicano y sus dos hijos, Sergio y Amador, estaban en
frentes distintos, Amador estaba muy contento porque iba a ir a Teruel a luchar
y fue de los primeros en morir, y como ellos hubo muchos más.
Mientras
tanto, nosotros intentábamos llevar una vida normal, incluso fui al colegio,
pero me trataban muy mal y me decían “garganchona” por ser forastera.
De vez en
cuando bombardeaban cerca del vivero y nos escondíamos en unos túneles bajo las
vías del tren, pasábamos noches en vela escuchando las bombas, temiendo que nos
acertaran. Una tarde lo hicieron. Lanzaron un bombardeo a las vías del tren,
cerca del vivero, pero no nos pasó nada, la tierra que lanzó la explosión nos
enterró.
Así
pasaron nueve meses.
Tras esos
nueve meses pudimos volver al pueblo, porque nos llegó la noticia de que los
nacionales habían echado a los republicanos. Y habían llevado a muchos vecinos
a la cárcel.
Así que
volvimos a casa pero nos lo habían robado todo excepto alguna cosa que había
escondido mi madre en la bodega. Nos quitaron el macho para cargar la munición
hasta las trincheras y nos dieron uno viejo, guiñoso y tuerto.
Nos daban
raciones de azúcar, de aceite, de leche en polvo, de harina…
Ese año
tuvimos muy buena cosecha, pero no se podía ir a molerla porque los molinos
estaban controlados y había que dar una parte a los nacionales, y por eso
íbamos por la noche a escondidas a los molinos de Albarracín y Torres, para
tener que dar menos parte al molinero.
Los ricos
se hicieron más ricos y los pobres nos hicimos más pobres.
No todo
era malo porque mi hermana conoció a un asistente de Teniente Coronel Nacional
y se casaron en plena guerra, aunque a mis padres no les gustaba porque mi
hermana se tenía que ir a vivir a Andalucía.
Todo se normalizó más o menos, teníamos a la Guardia Civil por el mismo
diablo, porque apaleaban al primero que pillaban por tonterías como no ir a
misa, trabajar un domingo, mirarles mal o pasear al perro por la noche. Soltaron al Tío Chato de la cárcel, y como se lo habían quitado todo, robó una
gallina al alcalde y le pegaron una paliza que casi lo matan; pasó un tanque
por el pueblo y cayeron un par de bombas en la carretera, pero nada más que
destacar, hasta que acabó la guerra y me casé con tu abuelo, y unos veinte años
más tarde nos mudamos a Benidorm.”
Alejandro Martínez (4º A)
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