11) Se puede echar un refrigerio en la tasca "La España cañí" y ya entre las bifurcaciones de la Plaza del Ángel, elegimos la de la Calle del Prado y en la esquina con la C/ Catalina, en el nº 10, observamos la placa que recuerda la morada de Valle Inclán, como presidente de la Docta Casa en 1932, o sea del Ateneo de Madrid.
Al final, se llega a la plaza del Congreso de los Diputados, punto de entrada al Madrid antiguo, donde se encuentra una estatua de Cervantes y donde se da tributo a otro "manco", pudiéndose abrazar los dos, Cervantes y Valle, cada uno con su mano hábil.
Hay que anotar que ni Cervantes ni el Ateneo ni la Casa de la calle Catalina, aparecen en la novela, pero las introducimos en la ruta por tener relación con su protagonista: Valle Inclán.
Desde aquí si tenemos ganas de seguir recorriendo Madrid, podemos acercarnos al Paseo de Recoletos donde parece que Valle Inclán sitúa el encuentro entre Max y Don Latino, "con mozuelas pingonas y viejas pintadas", y contemplar la estatua del autor que allí se encuentra y también el Café Gijón, centro de tertulias de intelectuales, para después ir bajando hacia Lavapiés (C/ San Cosme y San Damián) donde se localiza la casa de Max Estrella en la obra y donde empieza y termina la historia.
A esta calle se puede llegar también por el llamado Madrid de los Austrias C/ Felipe IV- Costanilla de los Desamparados y calle San Cosme, la cual tiene también entrada pos la calle Salitre.
Otra opción más corta es ir directamente desde las Cortes al barrio de Lavapiés muy cerca de la casa y en la plaza del barrio bohemio al teatro que lleva el nombre del autor, Valle Inclán.
La siguiente escena si queremos continuar sería visitar el cementerio civil, que realmente está enfrente del de la Almudena (No hay que perdérselo, en esta ruta o por libre. Asombroso lo que vas a encontrar ahí) y la vuelta a la taberna de "Picalagartos" pero ya solo con Don Latino: " Niño, otra ronda ¡Hoy es el día más triste de mi vida! Perdí un amigo fraternal y un maestro. Por eso bebo, Venancio!"
Y para terminar qué mejor que recordar el ¡Ay, Babilonio! de la Corte del Faraón, himno de la bohemia que acuñó Don Alonso Zamora Vicente de la Irreal Academia del Esperpento, como música de fondo en la noche de Max Estrella, rompiendo así un poco la soledad "ensoledada" de Max.
Fin de la ruta. ¡¡Ha sido genial!!
Pero ahora nos gustaría adentrarnos en los personajes.
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