Por fin la obra de Eustaquio Mateo puede contemplarse con el protagonismo que se merece. Este Quijote, de hierro y voluntad, nació hace algunos años y hoy sale a nuestro encuentro porque el mundo se acuerda de él, aunque todos sabemos que es eterno. Cada vez que leemos sus andanzas nos emocionamos, reímos, nos identificamos, nos indignamos, porque llegó para quedarse para siempre. Y su escultura da fe de ello.
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