Ella cuenta que venía una columna con milicianos y guardias
civiles afines a la república a ayudar a
los de Teruel y que la guardia civil al ver los desmanes que iban haciendo por
todos los pueblos por los que pasaban se iban enfadando y que cuando llegaron a
La Puebla de
Valverde también quemaron la iglesia y maltrataron a la gente, se sublevaron.
Lo hicieron en la placeta de mi abuelo que hacía dos años que había terminado
la casa porque eran albañiles, y que como no tenía nombre después le pusieron
plaza de la Guardia Civil.
Pasaron mucho miedo
porque disparaban por todos los sitios, todavía hay alguna bala incrustada en
alguna puerta. Su padre los metió en un cuarto abajo para que no les pasara
nada, a los heridos los metieron en la casa que hizo de hospital. Dice que su
hermana se acuerda de ver muchos muertos por las calles.
Foto de Kati Horna |
Esto ya pasó y entonces después venía la
Columna de Hierro también de Valencia y al enterarse mi
abuelo se fueron todos a Teruel también un hermano suyo con sus hijos, a casa de
un albañil con el que trabajaba su padre y su hermano mayor que estaban
haciendo las escuelas de La Puebla. Allí
vivian todos en la cuesta de la
Jardinera y dice que cuando bombardeaban se metían en un
refugio que había, que una vez que bombardeaban a ella no la encontraban y es
que estaba jugando con los chicos en las eras (que será ahora por donde viven
los gitanos más o menos). De allí se fueron al seminario ellos y el hermano de
su padre y sus hijos al edificio del banco de España. En un bombardeo desapareció
un hijo y a la otra la sacaron de los escombros pero no se murió. Allí fue peor
porque estaban rodeados de republicanos, estaban según dice ella muertos de
hambre y de sed y que había un pozo en medio del seminario que lo controlaba
una ametralladora desde la torre de San Martín y que cuando alguien iba lo
tiroteaban, pero su hermano mayor al ver lo mal que estaban por la noche tiró
una cadena hacia otro lado para hacer ruido y pudo sacar agua. Dice que iban a
hacer sus necesidades a una nave que allí apilaban los muertos y que a su
hermano León le dio como una locura de ver tantos.
De allí los llevaron a Valencia en un camión y al subir le
dijeron unos milicianos a su madre “ande, tire a esa a la pila de muertos que
no va a llegar a nada” y su madre no quiso aunque la llevaba en brazos muy
málica. A su padre y a su hermano el mayor se los llevaron junto con el obispo
Polanco a un campo de concentración, su padre se escapó cuando los llevaban a
fusilar al meterse entre unos trenes porque llegó un bombardeo, pero en la
noticias dieron la relación de los fusilados y a él también lo nombraron.
En Valencia estaban la abuelita Luciana, el tío León, mi
abuelo, la tía Miguela que la pusieron a trabajar en un orfanato y la tía
Dolores con Lola y Carmen, como éramos muchos (tres familias) tuvieron que
sacar cara por ellos para que no se llevaran a Leonor y a León a Rusia que ya les
habían cortado hasta el pelo para embarcarlos.
Mientras su madre no tenía noticias de su marido y no paraba
de preguntarse qué habría pasado con él y una tía le dijo que había oído la Pirenaica y que habían
nombrado a Guillermo como fusilado. Al terminar la guerra su padre contactó con
ellos a través de gente del pueblo y les dijo que iba a ir a La Puebla y que si la casa
estaba en pie volverían. Como fue y todavía estaba, pues volvieron. Son los
únicos que no murieron porque cuando la columna de hierro cogieron a su hermano
que tenía siete hijos y lo mataron sólo porque tenía una tienda de telas que
era sastre y gente del pueblo le debía y lo señalaron cuando mataron a más.
Como anécdotas cuenta que como ella era la pequeña y vivían
al lado de unos republicanos que eran vascos y que sus primas que eran jóvenes
le enseñaron una canción que se les cantaba y decía así
Ay miliciana pajarera
cuanto nos haces
humillar
porque llevamos en la
venas sangre española
y nos queréis hacer
reblar.
También que su madre mandaba a mi abuelo y a mi tío a robar
a los huertos para comer y que el tío León nunca quería ir. Y que cuando venían
los bombardeos se metían debajo de la cama y que la prima Dolores, que era muy
alta y fuerte, no cabía y que se le quedaba el “culo en pompa”, pero que así le
parecía que no le pasaría nada.
Cuando hablan de la guerra a mi madre no le gusta y nunca le
preguntaba a su padre nada porque a él tampoco le gustaba hablar de ese tema,
dice que todos lo pasaron mal y que no hay que hablar del tema porque es
enfrentarse unos a otros sin ninguna solución. La familia de su madre, que eran
apolíticos, sólo trabajadores del campo y con un café al irse del pueblo les
robaron todo. Cuando volvieron no tenían ni las camas, que se las habían
repartido en el pueblo los que se quedaron.
Ana Torres Fuertes (4º B)
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