Estábamos
ansiosos de que nuestros correspondientes del Lycée Clément Marot de Cahors nos
devolvieran la visita que nosotros les hicimos en marzo a través del
intercambio que, año tras año, realiza el IES Segundo de Chomón, con la
intención de estimular el aprendizaje de otros idiomas e incentivar nuestra
pasión cultural, una actividad organizada por el departamento de Francés.
Más
de treinta alumnos franceses residieron en nuestras casas desde el sábado 1 de
octubre hasta el jueves 6; cada mañana, mientras estábamos en clase, ellos
disfrutaban de estupendas excursiones por el entorno, y después se reunían con
nosotros. El primer día llegaron bien entrada la tarde, pero tuvimos la suerte
de que esa misma noche se celebraban las fiestas del Carrel, así que salimos a
ver el ambiente. Nos tocó madrugar el domingo, pues habíamos preparado un
picnic en Fuentecerrada; allí jugamos a fútbol, a voleibol y lo pasamos en
grande.
Fue
el lunes cuando nos despertamos de ese sueño idílico para volver a las clases;
ellos visitaron el centro guiados por algunos profesores, y después
contemplaron un documental sobre el legendario cineasta que da nombre a nuestro
instituto, así como algunos cortometrajes escolares. Más tarde, se dirigieron
al Museo de los Amantes, donde les hicieron representar la conocida leyenda de
Isabel y Diego, y luego recorrieron el casco histórico de la ciudad.
El
martes estuvieron prácticamente todo el día fuera. Se desplazaron hasta
Zaragoza para ser cautivados por el magnífico Palacio de la Aljafería, la
basílica del Pilar y otros muchos lugares interesantes. Llegaron agotados cerca
de las nueve, con las energías necesarias para cenar e irse a la cama. También
el miércoles tuvieron una jornada ajetreada, fueron a Valencia y allí se
dejaron impresionar por el Oceanografic. Volvieron a casa con un montón de
fotos y vídeos para enseñarnos.
En
cambio, el jueves su salida fue más corta, aunque no por ello menos atractiva.
Estuvieron en Albarracín, ese pueblo de la provincia que tanto admiramos. Allí
retomaron la tradición de los Mayos recitando algunos versos a sus supuestas
enamoradas, que les contemplaban desde las alturas. Regresaron a la hora de
comer, era su último día, partían temprano y queríamos despedirnos como se
merecía: cenando todos juntos.
El
viernes marcharon con un hálito de nostalgia, hubo incluso quien lloró; no
todos, claro, pero es seguro que a nadie le dejó indiferente su partida.
Ha
sido una actividad realmente motivadora y divertida, no solo nos llevamos una
experiencia increíble que todos querríamos repetir, sino que a esos mismos
desconocidos con quienes antes apenas nos entendíamos con un batiburrillo de
gestos y palabras sueltas, a esos correspondientes fortuitos les podemos llamar
ahora amigos, porque nos han ayudado a aprender, a mejorar y a descubrir mundo.
Esperamos veros pronto.
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