Al Greco no os lo perdáis, y más este año en que se celebra el 400 aniversario de su muerte y que nos abduce con esas pinceladas alargadas y espiritualizadas, es como si sus personajes quisieran huir de este mundo para lanzarse hacia la espiritualidad más alejada de lo terrenal.
¿Y este pintor también tenía conocimientos especiales?
Busca "El sueño de Felipe II" conocido asimismo como "La Gloria " o "Alegoría de la Liga Santa", obra que no le gustó nada a Felipe II para su Escorial, pero que a nosotros como discípulos que ya somos del "maestro Fovel ", nos dirige hacia la memoria de los adamitas, grupo surgido de un grupo de supervivientes cátaros y que entre sus principios tenían cultivar la dimensión espiritual para alcanzar lo que los griegos llamaban Theoretikos, el principio de la visión de lo que trasciende.
Para ellos el último reducto para conseguirlo sería el arte de los siglos posteriores y la meditación ante un cuadro apropiado que les susurre que no todo lo que existe puede tocarse o medirse.
¿Las llaves que lleva San Pedro en "El entierro del Conde de Orgaz"-Santo Tomé en Toledo- servían para abrir el mundo de la materia y el del espíritu, los eternos opuestos del catarismo?
Ya sabéis que la teoría de que pintaba con esas deformaciones Doménikos Theotokópoulos por defectos ópticos, está ya obsoleta, por lo tanto por qué no pensar que sí, el Greco buscaba la unión mística con Dios a través de su oficio y que tenía conocimiento de todo esto e incluso relaciones con los posibles grupos.
Arrebolado también por la lectura de las visiones de Alonso de Orozco, gracias al cual tuvo muchos encargos en su época y al que el pintor le dedica su admiración y homenaje en la zarza ardiendo que hay entre medio de María y Gabriel en el cuadro de la Anunciación, posiblemente un detalle inexistente junto a la Virgen, en toda la Historia del Arte.
Impresionante "El Jardín de las Delicias" y también relacionado con el encargo de los adamitas, cuya autoría corresponde a El Bosco.
¿Has visto alguna vez el tríptico cerrado?
Y a retahíla con el libro de Javier Sierra y sus misterios llega hasta "La última cena" de Juan de Juanes, el "Carlos V" de Tiziano, "Nastaglio degli Onesti" de Boticelli...
Solo con el "Jardín de las Delicias" ya tendríamos para un día entero en nuestro paseo por el Prado, porque sería apasionante indagar en esos hormigueros de criaturas, plantas, frutos, objetos... en los que se va perdiendo la mirada, pero también en la destreza meticulosa con la que está ejecutada la pintura, con el pincel al óleo sobre tabla de este genial artista flamenco, que nos seduce con la fuerza de los colores no ensombrecidos con el paso de los siglos.
Observándolo desde la evolución pictórica del siglo XXI, pensamos que es predecesor de las alucinaciones e irracionalidades del surrealismo o como dice Muñoz Molina: "un profeta del Antiguo Testamento que con 500 años de anticipación anunció a André Bretón y a sus amigos -y de paso al psicoanálisis y hasta la psicodelia".
Y aquí cabría también esta pregunta:
¿El Bosco se dedicaba a escandalizar a los biempensantes de su época? Pues lo más fácil es que no, que no quisiera alterarlos en sus creencias, sino que esos seres pertenecientes al repertorio simbólico de conocimiento común en su tiempo y que les representara el mundo de acuerdo con un idioma visual que aunque hoy nos parece indescifrable, no lo era entonces y somos nosotros los que hemos perdido la capacidad necesaria para comprenderlo.
Carmen García
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