Y no quiero contar más, primero porque parece un poco lioso este libro, yo lo he releído varias veces y remirado las pinturas muchas veces más; y, segundo, porque deseo que cada uno que os hayáis sentido intrigados por estos mensajes, pictóricos o no, lo hagáis siguiendo la narración de nuestro turolense, en la realidad del museo (me han dicho que han surgido rutas dentro del Prado, no lo sé cierto, yo la hice por libre) o entrando en una enciclopedia o en internet, y con el cuadro delante vayáis cotejando todos estos datos reales o ficticios.
Al final, qué más da si hemos disfrutado y, además, quién puede demostrar que todo esto no es real... ¿No vemos hoy pinturas que nos envían señales de la postguerra, de la represión de una dictadura y de la negación del arte oficial? Precisamente nos atraen más por el mensaje que por la cuestión pictórica. Estos son nuestros mensajes y aquellos eran los suyos siglos ha, utilizando la maravilla de la comunicación no verbal.
¡Ah! y cuando lo leáis no olvidéis papel y lápiz para hacer anotaciones al margen, imprescindible; porque entre nosotros, entenderlo aunque no sea en toda su plenitud, requiere un esfuerzo personal, pero su lectura no deja de ser un verdadero placer.
Javier Sierra, fascina siempre en sus presentaciones y entrevistas, parafraseando a Raquel Esteban: "Javier es un encantador de serpientes".
Cuando habla llena el aire de misterio y de magia, no te puedes retrotraer a no descifrar esa última obra, aunque siempre te quede la duda de dónde acaba la certeza y donde empieza la quimera
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