Juan Luis Panero falleció ayer, día 18 de septiembre, a los 71 años, rendido al fin al cáncer que lo consumía.
Me gustaría recordar con una de sus obras, a este poeta enfurecido con la vida por el espíritu rebelde que caracteriza a todos los Panero Blanc, su familia.
Hombre marcado por unas señas de identidad peculiares en las que se mezclan la autodestrucción, la desgracia y la enfermedad con la holgura económica y el ambiente creativo, intelectual y cosmopolita. La locura, la orfandad, la paranoia, incluso la cárcel eran asuntos que aparecían en sus obras como señas de identidad vitales; y sobre todas ellas, «la memoria y la muerte», todo se resume en fatalismo. La vida no es un espejo, sino un espejismo. Una vida incómoda y llena de circunstancias traumáticas.
EL HOMBRE INVISIBLE
Se mira en el espejo que ya no le refleja,
todo, menos él, aparece en la fría superficie,
la habitación, muebles y cuadros, la variable luz del día.
Así aprende, con terror silencioso, a verse,
no en los gestos teatrales —aún rasgos humanos— de la muerte,
sino en los días de después, en el vacío de la nada.
Inútil cerrar los ojos, estúpido romper el terco espejo,
buscar otro más fiel o más amable.
Es él solo, el hombre invisible, el que desaparece,
es solo él, una huella borrada,
que no contempla a nadie, porque es nadie,
la nada en el cristal indiferente de la vida.
J. L. Panero
Os doy gracias con un efusivo abrazo en este comienzo de curso en el que os deseo lo mejor a todo el Claustro y a todos los alumnos/as.
Sonsoles Moreno
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